*Por Marina San Martín Rebolloso
El fenómeno de la migración, como lo considera la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), refiere al movimiento de personas fuera de su lugar habitual de residencia, a través de una frontera internacional o dentro de un Estado.
A dichas personas las identificamos como migrantes quienes se trasladan a otro sitio por diversos motivos, porque padecen situaciones de inestabilidad grave, crisis económicas o conflictos; o bien, por cambios demográficos o de desarrollo económico, entre otros.
De acuerdo con el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020 de la OIM, hay cerca de 272 millones de migrantes internacionales en todo el planeta (3.5% de la población total), de los cuales casi dos tercios son de tipo laboral.
En dicho reporte se apunta a Estados Unidos como el primer destino, a nivel mundial, para emigrar con 50,7 millones de migrantes internacionales. Destacan también como países con el número más alto de migrantes residentes en el extranjero, la India con 17,5 millones, México con 11,8 millones y China con 10,7 millones.
Estos tres países han sido de los principales receptores de remesas, las cuales ascendieron, en 2018, a 689,000 millones de dólares (mdd); de tal cantidad a India correspondieron 78,600 mdd, a China 67,400 mdd, y a México 35,700 mdd.
En el Anuario de Migración y Remesas de México 2019, del Consejo Nacional de Población, se registró que, en 2018 el envío de dinero de los migrantes mexicanos a nuestro país representó el 2.7% del PIB; siendo siete estados los que captaron casi la mitad de las remesas: Michoacán con 3,392 millones de dólares (mdd), Jalisco con 3,287 mdd, Guanajuato con 3,045 mdd, Estado de México con 1,902 mdd, Oaxaca con 1,730 mdd, Puebla con 1,698 mdd y Guerrero con 1,615 mdd.
Los impactos económicos y sociales de la pandemia se están haciendo sentir con crudeza en todos los sectores que mueven el crecimiento de las naciones, y sobre todo en los grupos más vulnerables de población.
No escapa a las desgracias de esta enfermedad la condición de los migrantes, quienes ya de por si están expuestos y padecen situaciones de riesgo, pues son objeto de xenofobia, discriminación, abusos, violencia o muerte, casos como San Fernando o Cadereyta lo demuestran. Cruzar la frontera es jugarse la vida.
El virus que causa el COVID-19, tras el cierre de fronteras y el endurecimiento de la política migratoria de los Estados, los ha desprotegido aún más, colocándolos como carne de cañón, con altas probabilidades de contagio y fallecimiento, o si bien les va, de supervivencia con secuelas, como ocurre con los trabajadores agrícolas, de empacadoras de alimentos, y quienes están en centros de detención.
Este contexto de fragilidad agravada para los migrantes dará lugar a una baja en el envío de remesas, las cuales, según el Banco Mundial, en este año 2020, caerán cerca de un 20% en todo el mundo, dada la disminución salarial y las pérdidas de empleo.
Las remesas son una fuente de ingresos importante para México, cuya reducción perjudicará a muchas familias y repercutirá en el mercado nacional.
En esta crisis, no olvidemos a nuestros migrantes quienes, desde la distancia, contribuyen a mantener la economía mexicana. Detrás de las remesas, hay rostros de personas a quienes debemos respeto a su dignidad, que tienen derechos que deben garantizarse.
*Comisionada del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).
Twitter: @navysanmartin