El fino polvo blanco que cubre gran parte de su pueblo en el norte de Myanmar también se posa sobre el escultor Chin Win.

“Tenemos la suerte de tallar a Buda”, dijo en su taller rodeado de siete colinas blancas que dan nombre a la aldea Sagyin (mármol en birmano).

Durante generaciones, los artesanos de esta zona de mayoría budista se han ganado la vida con el mármol, creando estatuas de Buda para vender en la ciudad de Mandalay o exportar a China y Tailandia.

El mármol birmano es apreciado por su dureza y textura. Una losa de 45 toneladas puede venderse por 40 mil dólares.

“Crecimos respirando el polvo”, dijo Chin Win, de 35 años, quien ha tallado estatuas desde que tenía 11, “lo usamos como pasta de dientes, para jabón en polvo, lápiz labial”.

“Nací en este pueblo y durante generaciones esto es lo que hemos hecho: los hombres trabajan tallando mármol y las mujeres en las minas de mármol o pulen las estatuas”, dijo Mya Lay, de 25 años.

Durante años ha bajado desde las minas, cada día y por muchas horas, con grandes losas de mármol en la cabeza… por 3.5 dólares al día.

“Si pudiera, me iría del pueblo y buscaría un trabajo en la ciudad”, dijo, y agregó que quería una vida mejor para su hija.

Kyi Khaing, propietario de un taller, dijo que la mayoría de los residentes son demasiado pobres para preocuparse por su salud: “Creo que el polvo de mármol no es seguro, pero la mayoría de las personas aquí solo se centran en la supervivencia”.

 

LEG