El intelectual es alguien cuya mente se mira a sí misma
Thomas Carlyle
El pensamiento nunca es caótico. En realidad es un programa que está corriendo, sin que comprendamos su operación, para llevar nuestras vidas siempre en la misma dirección: vuelta y vuelta sobre lo mismo, como un hámster en su rueda.
Sobre nuestras primeras experiencias en la vida y lo que nos enseñaron nuestros padres y los adultos que nos rodeaban en la infancia, construimos creencias, argumentos, justificaciones, actitudes, tendencias, juicios, siempre en torno a lo mismo, que por lo general es el miedo a la muerte, la soledad, la limitación, el dolor y la escasez.
Solo la mente que se mira a sí misma, que observa cómo funciona y lo que hay en ella, puede parar la rueda de hámster del pensamiento abrumador. Se trata de observarse a uno mismo, permitirse sentir lo que se siente y pensar lo que se piensa sin juzgar, aceptarlo y, solo entonces, aprender a gestionar el contenido de ese espacio atemporal e inconmensurable que es nuestro interior. Esto es lo que pone a trabajar verdaderamente la mente, porque amplía la conciencia, nos muestra otros horizontes y otras posibilidades de existencia.
Saber mucho de tal o cual materia, armar argumentos imbatibles y justificaciones perfectas no es poner a trabajar la mente. Si bien el conocimiento y la información, la lógica y el razonamiento son las herramientas con las cuales llegamos a la comprensión de algo, solo la meditación, como observación de nosotros mismos, nos lleva al entendimiento real. La realidad solo puede experimentarse, en cuanto tratamos de expresarla pierde su calidad de realidad, pues se convierte en nuestra interpretación.
Todos podemos y sabemos meditar, que es básicamente enfocar la atención en algo, como la respiración, hasta que la maraña del pensamiento pare. Mientras lo hacemos observamos lo que pasa en nosotros, en nuestra mente, emociones y cuerpo. Proseguimos de esta manera hasta que algo hace “clic” y sucede ese contacto con nosotros mismos en el que no hay diálogo, solo ser y estar. Entonces la mente se abre, se expande y cambia.
Si a la meditación agregamos la oración, que en esencia es la repetición de algo que queremos para nuestra vida con todo el corazón, en un momento en que nuestra mente está abierta a nuevos enfoques gracias al estado meditativo de neutralidad, nuestro inconsciente y subconsciente comenzarán a revertir su contenido, que generalmente es aquel basado en el miedo, para reprogramarse y hacernos vivir desde el amor.
Meditar y orar son naturales, inherentes a la existencia del ser humano. De hecho, en realidad meditamos y oramos todo el tiempo, pero en negativo, por eso hacemos realidad siempre nuestros temores y predicciones catastróficas, enfermedades y miserias.
Meditamos y oramos en negativo porque eso es lo que significa estar mentalmente en la rueda de hámster: poner atención en aquello que no queremos para nuestras vidas mientras tratamos de eliminarlo negándolo, ignorándolo o, por el contrario, intentando controlar personas y situaciones para alejarlo de nuestras posibilidades de futuro, sin darnos cuenta de que así le damos más poder a lo negativo.
Parar la rueda implica aprender a meditar y orar en positivo. Así pues, podemos explorar nuestro interior paso a pasito, conforme vayamos estando preparados, no antes. Por ejemplo, mirando hoy una sensación de desagrado por un incidente en el que nos percibimos ofendidos; mañana el pensamiento negativo que dicho incidente produjo; pasado mañana la emoción adversa que nos ancla a la persona que consideramos nos ofendió; al siguiente día un nuevo pensamiento con el que le deseamos sufra las peores consecuencias y, finalmente, al otro día, un sentimiento de desprecio, elaboración final de la cadena sensación-percepción-pensamiento-emoción-nuevo pensamiento.
Así es como nos quedamos encadenados a personas y situaciones indeseables que siempre estarán presentes en nuestras vidas.
Romper esas cadenas requiere, además de auto observación… se lo digo en el próximo artículo.
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@F_DeLasFuentes
LEG