Héctor Zagal
Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana
Las clases serán a distancia. La contingencia nos sorprendió la última semana de marzo, desde entonces tuvimos que improvisar. En la universidad, tanto estudiantes como profesores intentamos adaptarnos. Las videoconferencias se acumulaban, las bandejas se llenaban de correos electrónicos; tuvimos que aprender a silenciar el micrófono, a encender la cámara, a compartir presentaciones, a conectar con los alumnos a través de una pantalla. Los videos y los chats, ¿pueden suplir la interacción presencial? No, pero, por el momento, son el medio de comunicación más seguro.
Las aulas volverán a recibir a los alumnos hasta que el semáforo epidemiológico dé luz verde. Hasta entonces, la educación se mantiene en casa. La SEP ha decidido iniciar el curso impartiendo clases por medio de transmisiones televisivas que tendrán valor curricular. La denostada “caja tonta” hoy se convierte en el salón de clases. Las pantallas que antes sólo eran un medio de entretenimiento para redes sociales, memes y chats, ahora son una herramienta de trabajo y estudio. ¿Cómo puede afectarnos este cambio? La yuxtaposición del espacio doméstico con el espacio educativo ya es compleja. El ruido y movimiento propios del hogar pueden ser una fuerte distracción para las sesiones de estudio. Crear una rutina diaria para labores domésticas, estudio y ocio podría ayudar a paliar las dificultades de pasar todo el día en casa.
Confieso que este inicio de clases me tiene un poco triste. Extraño la interacción con mis alumnos y colegas; el café, las charlas en los pasillos, las risas. Agradezco que contemos con herramientas para acortar la distancia lo más que se pueda. Las videoconferencias me han permitido seguir dando mis clases y compartir con mis alumnos. Es una nueva experiencia que no deja de ser desconcertante, pero los meses pasados me han enseñado mucho. Convertirme en un profesor virtual fue un proceso inesperado, pero grato. Quiero creer que cada clase en línea era mejor que la anterior.
Hay una anécdota de Thomas Alva Edison (1947-1931), el inventor y empresario estadounidense, que ahora se me viene a la mente. Dicen que Edison había ideado un curioso método para contratar personal. Durante la entrevista, Edison invitaba al aspirante a comer. Cuando la sopa llegaba, Edison ponía atención a si el asistente le ponía sal a la sopa antes de probarla o si la probaba primero. Si le echaba sal sin probarla, era inmediatamente descartado, pues Edison se negaba a tener en su equipo a una persona que diera por hecho las cosas en lugar de experimentarlas y conocerlas para, después, identificar cómo podría mejorarse un producto o una idea. Edison, ciertamente, no es santo de mi devoción, pero la anécdota me parece buena.
A esta alternativa educativa podemos encontrarle fallas, pero (quizás) también ventajas. Lo sabremos una vez que la hayamos probado. Tendremos que atenernos a un modelo de prueba y error. Sólo así, probando, podemos mejorar. El experimento inicia el 24 de agosto, ya veremos cómo nos va. En momentos difíciles como estos, no podemos descuidar la educación ni la cultura.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana