Nunca como líderes, nunca como profesionales, nunca como orgullo, sino todo lo contrario. Siempre que Napito hace referencia a los mineros lo hace con frases como estas: “Los trabajadores no son tontos, ni borregos”, “los trabajadores no son tontos, son inteligentes”. Es así como deja entrever su menosprecio por la clase trabajadora.

¿En verdad se necesita hacer una aclaración de este tipo? Por supuesto que no, y ni siquiera debería caber este supuesto, pero para Napito es necesario decirlo. Y es que cree que los mineros, los que nos ensuciamos las manos con carbón, los que operamos maquinaria, sudamos y bajamos a las minas pertenecemos a una clase y él a otra.

Él se autodenomina un hombre de riqueza, de estudios en el extranjero, de finos gustos y de gran estética. Él no es obrero ni de chiste, ya lo dijo, los ojos del mundo lo ven como “El Héroe del Sindicalismo Mundial”.

De la minería solo sabe que su familia ha tenido el control del Sindicato Minero por más 50 años, un poder totalitario donde solo él, su esposa, sus hijos y nietos saben qué se hace con las cuotas sindicales.

Napito estudió en Inglaterra, su preparación académica fue pagada de la minería, del oro y la plata que han extraído por años los compañeros, pero precisamente es ahí donde el senador de Morena concibe la principal diferencia entre él y la base trabajadora.

En febrero de 2019, Gómez Urrutia creó con varios fines una confederación de sindicatos. Aseguró que esta ya contaba con 150 organizaciones, cifra que nunca pudo demostrar, ya que obtuvo el registro por parte de la Secretaría del Trabajo solo con tres.

A pesar de la nula fuerza de la organización, se ha negado a dar oportunidad a los mineros que levantaron la mano para formar parte de las carteras de la agrupación, la respuesta, dicen, es: “Necesitamos gente preparada, con estudios más allá de la secundaria y que nos represente”.

Prueba de ello son los últimos nombramientos hechos por Napillo a la organización, por ejemplo: Fabiana Briseño, extitular de la Secretaría de Turismo de Puebla, fue impuesta como delegada especial en ese estado.

Briseño es fotógrafa, su campo de acción ha sido en el turismo y los bienes raíces, más no en el ámbito laboral. ¿Por qué si no tiene experiencia en el sector obrero, tendría más oportunidad de desarrollarse en el cargo que un minero?

Cabe mencionar que en la dirigencia de esta organización también hay veterinarios de profesión.

Napito intenta crear una central obrera porque pretende recibir y operar las cuotas sindicales de todos los agremiados; es ahí donde los trabajadores cobran relevancia para Urrutia, mas no en las dirigencias.

Así, señala, segrega y evidencia para qué le funcionan los compañeros. Los ha puesto de guardaespaldas, de mensajeros, de choferes, de porristas y hasta de golpeadores. Los trabajadores sindicalizados no deben ser tomados como servidores del líder, sino como colaboradores.

Los mineros en su mayoría nacimos de una familia trabajadora, de clase baja, que empezamos nuestros estudios, pero la necesidad y el hambre nos llevó a la deserción escolar; mas no a la limitación, al desarrollo y a la superación. Estamos orgullosos de nuestras historias y no condenados por nuestro origen.

Al senador de Morena le debe quedar claro que sí existe una diferencia grande entre él y los obreros, se le llama empatía, ganas y fuerza por salir adelante, se le llama hambre, necesidad y trabajo, y éstas aún no las enseñan en los libros ni en las aulas en el extranjero.

Fe de erratas

Por un error de edición, esta columna fue publicada el día de ayer bajo el nombre del columnista Carlos Ramírez, por ello extendemos una sentida disculpa a ambos colaboradores de esta casa editorial, así como a nuestros lectores.

                                                                                                                                                                  @CarlosPavonC