Todo parece indicar que quienes apuestan al desgaste de Andrés Manuel López Obrador tendrán que esperar un buen tiempo para que ello ocurra. Al menos así lo demuestran los más recientes estudios de opinión publicados en diferentes medios de comunicación con motivo del Segundo Informe de Gobierno presentado ayer en Palacio Nacional.

 

El periódico Reforma con 56% de aprobación en este mes de agosto. El País con un 60%. El Universal difunde un 53%, Parametría 63% y El Financiero (julio pasado) 58%. Cifras que parecerían ficticias si se toma en cuenta el contexto en el que México se encuentra actualmente.

 

Ni el polémico manejo de la pandemia, ni la profunda crisis económica en la que nos encontramos sumergidos, ni la pérdida de empleos, ni los índices de violencia que no ceden, ni la inexplicable liberación de Ovidio Guzmán, ni el encuentro con Donald Trump, ni la decisión de cancelar la construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco, ni el alejamiento con las cúpulas empresariales, ni el distanciamiento con los medios y ni una larga lista de etcéteras han tenido impacto en la popularidad del Presidente.

 

Habría al menos tres razones para entender este fenómeno. La primera, el triste desencanto de una mayoría de la población sobre los asuntos públicos. El Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República indicó en 2019 que “dos terceras partes de los ciudadanos de México están poco o nada interesados en la política”.

 

Segundo elemento que explica la alta aceptación del presidente López Obrador es la penetración y aceptación de los programas asistenciales impulsados desde su paso por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, en particular los destinados a los adultos mayores, plan que ha sido multiplicado una vez llegado a la primera magistratura del país.

 

Tercero, una comunicación centralizada, unipersonal y persistente. El ejercicio de las conferencias matutinas, convertidas en punto de referencia, son foro para dictar la agenda política del país, alrededor de la cual gira la conversación. Guste o no a sus adversarios, el presidente López Obrador define, comenta, desvía, encausa, sube o baja la narrativa y todos, con muy escasas excepciones, le entramos al juego de baraja que el primer mandatario distribuye todos los días en su comparecencia de Palacio Nacional.

 

La estrategia le ha funcionado, no cabe duda. Su alta popularidad es reflejo de ello, pese al elevado costo que representa en términos de división interna. Han sido contados los episodios de la historia reciente de nuestro país en los que la crispación y confrontación han dominado de esta forma la agenda pública. Y esto, a menos de dos años de haber asumido el poder.

 

Segundo tercio. Nada diferente en el Segundo Informe de Gobierno de lo que a diario comenta el Presidente en sus conferencias mañaneras, discursos y mensajes en redes sociales. La comunicación unipersonal y unidireccional en su máxima expresión.

 

Tercer tercio. En 2018, la frase era “todo menos el PRI”. En 2020, los nuevos tiempos la han transformado en “cualquiera menos el PT”. Que en este último le den las gracias a Gerardo Fernández Noroña.

                                                                                                                                                                      @EdelRio70