Ilusos, algunos nos atrevimos a pensar que con el videoarbitraje el futbol se vería desprovisto de sabor, de discusión y pasión, de esos infinitos partidos verbales que se juegan en bares y calles al terminar un partido, debates bizantinos sobre si el fuera de lugar, sobre si el penal, sobre si la expulsión.

Ilusos, porque el VAR, lejos de quitarnos ese sazón, lo está multiplicando y no de buena manera. Antes, aquel que se sentía perjudicado por el arbitraje, sospechaba que se le perseguía. Hoy, aquel que se siente perjudicado por el arbitraje, da por hecho que se le persigue.

Eso está propiciando el VAR a un par de años de haber tenido su mayor puesta en escena, en la Copa del Mundo de Rusia 2018. Eso y la autoridad de los árbitros en una decadencia sin precedentes. Aquellos personajes con personalidad, determinados a juzgar en una fracción de segundo y a sancionar de inmediato, hoy se refugian en el audífono, esperando que desde una cabina les resuelvan la vida.

Estar más arropados de lo que jamás sospecharon sus predecesores no los convierte en mejores sino en más temerosos, en faltos de compromiso, en poco seguros de sí mismos. Antaño un árbitro podía equivocarse (y vaya que se equivocaban), mas el error iba cargado de aplomo y entereza. Lo que veían marcaban y hay de aquel que refunfuñara. Además contaban con una justificación obvia: el error es parte del humano y más a esa velocidad, y más desnudados por veinte cámaras, y más escrudiñados por repeticiones ultralentas que contienen hasta miles de cuadros por segundo.

El tono actual no puede ser sano, con jueces recibiendo mayor trascendencia que la que tienen los propios jugadores. El mejor árbitro siempre será el que no figura, en el que no reparamos, el que resulta capaz de ceder todo el protagonismo a quienes patean la pelota y de ninguna forma sirve como argumento para quienes pierden. Partiendo de esa premisa, hoy ninguno (o casi ninguno, por evitar el absoluto) cumple con ese rol en la Liga Mx. Incluso, es similar a nivel mundial, en una crisis que toca a todo este deporte profesional. Influye el deterioro en el respeto a la autoridad que hoy se experimenta. Influye la implementación del VAR que en ningún sitio está a la altura del mundialista que nos vendieron en Rusia (al respecto, Arturo Brizio, encargado del arbitraje en nuestro futbol, me decía: es imposible igualar en un certamen local los recursos, elementos, cámaras, de las que se goza en pleno Mundial). Influye, sin duda también, la escasa voluntad de los equipos por modular el debate y la estridencia en unas redes sociales en las que no hay grises, todo ha de ser blanco inmaculado o siniestro negro.

En donde la paranoia manda, así sólo gana quien desea confirmar que es perseguido. Para tales fines, nada como convencerse de que de verdad había algo dirigido en contra de uno, que para eso –piensan los afectados– pudiendo corregir frente al monitor los árbitros desistieron de enmendar una mala decisión.

 

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