Corría el año de 1982 cuando Boca Juniors llegó a México para jugar contra el América, el revuelo era grande, Diego Armando Maradona, el gran campeón del mundo juvenil 1979 y que Cesar Luis Menotti había dejado fuera del Mundial de 1978 en una gran polémica, estaba en el Estadio Azteca.

Recuerdo que pidió conocer a una mexicana, si, a Verónica Castro, por su éxito en las novelas y que él seguía en su natal Argentina, así que ella fue la madrina del partido, ante 100 mil espectadores aquella noche los del barrio de la Boca ganaron 2 a 1.

Fue esa noche cuando un servidor conoció a Diego Armando Maradona, tratando de entrevistarlo en una nube de periodistas, con micrófonos, cámaras y grabadoras, a partir de ese momento tuve la fortuna de estar en varios momentos inolvidables para un servidor y algunos también para Diego. 

En el Mundial de España 82 me tocó cubrir aquel partido que Mario Rubio, árbitro mexicano lo expulsó contra Italia. 

Para 1986, desde su llegada a México, para vivir más de un mes en las instalaciones del América, de donde saldría campeón del mundo, lo vi entrenar hasta el cansancio, repetir tiros libres, dominar la pelota, recorrer una y otra vez la cancha, gritar goles, etc.

En ese Mundial Dios me dio la oportunidad de estar en varios juegos de Argentina, como aquel contra Corea en CU, que cantidad de patadas le dieron, o en Puebla contra Italia, pero sobre todo en el Estadio Azteca, donde lo vi contra Inglaterra o en la Gran Final contra Alemania.

Muchas veces me han preguntado sobre la famosa mano de Dios, pero la verdad es que los más de 90 mil espectadores que estábamos ahí, como prensa o como aficionados, nadie se dio cuenta de esa mano, hasta que el fotógrafo mexicano Alejandro Ojeda mostró la gráfica que demostraba la trampa. 

Luego fue en Italia 90, donde observé lo que era Maradona para los napolitanos en aquel juego semifinal contra los italianos.

Así el destino nos seguía poniendo juntos, como en Estados Unidos 94, cuando con Enrique Bermúdez me tocó aquel partido contra Nigeria y luego su escándalo por doping y su adiós cuando dijo que le habían cortado las piernas. 

Sin embargo, fue muchos años después cuando lo conocí mejor, gracias a que Carlos Hermosillo lo trajo como invitado especial a su despedida y gracias a Daniel Alberto Brailovsky pude platicar con el más de 45 minutos y conocí a la persona, al ser humano, no al gran futbolista, no al ídolo. 

Como ser humano a pesar de sus enfermedades, de sus errores era un hombre de gran sensibilidad. 

Luego volvió a México a jugar futbol de salón y ahí compartimos un par de cenas en México y en Monterrey, pasaba por momentos difíciles, pero siempre había en él un destello de su gran calidad y de su sencilla forma de ser, sin ocultar nunca sus orígenes y su humildad. 

Hoy a Diego no lo veré más en este mundo, pero estoy seguro que lo volveré a encontrar, seguro jugando futbol, ayudando gente y viviendo con una sonrisa a pesar de todo lo que representó ser Diego Armando Maradona, que muchas veces no pudo con el peso de ser una leyenda viviente, que se quebró ante las tentaciones. 

Hasta pronto Diego, gracias por tantas alegrías y sobre todo por querer a la pelota, como solo tú la querías.

 

                                                                                                          @raulsarmiento