Durante el tiempo que permaneció dentro de mi nariz el hisopo de la prueba de Covid-19, mi ojo comenzó a lagrimear, fue una sensación terrible que afortunadamente duró unos segundos. Así es como se siente hacerse la prueba PCR.
Ante los síntomas de Covid-19 que mi pareja, con quien vivo, presentaba desde el domingo, temerosa al resultado acudí al macro quiosco ubicado en la explanada del Metro Tacuba, en la alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, donde de forma gratuita varios médicos realizan las pruebas.
Eran aproximadamente las 13 horas cuando llegué y a pesar de ser la primera persona de la fila, el cambio de turno imposibilitó la realización de la prueba de manera inmediata.
“Ahorita ya no tenemos pruebas, estamos esperando a que lleguen los médicos de la tarde para traigan más y entonces ya pasan ustedes”, dijo la chica que tomaba los datos a las personas en espera.
Luego de unos minutos iniciando la fila, detrás de mí se formaron alrededor de 15 personas. Algunos curiosos se acercaban para preguntar por las pruebas, algunos se quedaron otros dijeron que volverían después.
Con los nervios alterados pasaron 40 minutos que más bien parecieron una eternidad, nos indicaron que debíamos pasar para que nos tomaran nuestros datos y así agilizar el procedimiento para cuando los médicos y las pruebas llegarán.
El formato es simple, delante de un escritorio, tres médicos del turno matutino preguntan tus datos personales, y por qué acudiste a realizarte la prueba, una vez que los datos estaban completos, toca ir con trabajadoras que portan un chaleco de la CDMX, cubrebocas y careta, para que procedan al llenado de otra hoja con los mismos datos y al finalizar proporcionan un número. El mío fue 126 y ahora, a volver a esperar.
Tras 1 hora y veinte minutos, los médicos del segundo turno arribaron a la explanada que ya estaba lista y recién desinfectada por el personal matutino, el nuevo personal de salud instaló varias cajas que contenían las pruebas PCR de Coronavirus.
Por fin llegó mi turno. La indicación fue sentarme frente a una doctora, que vestía completamente de azul, con careta y cubrebocas, tomó el hisopo de gran tamaño y lo introdujo en un orificio de la nariz, al menos por 5 o 6 segundos.
Debido a la profundidad a la que introducen el hisopo, mi ojo comenzó a lagrimear. De regreso a las sillas de espera, 20 minutos más tarde recibí los resultados.
Y aunque el resultado fue negativo, la angustia, el temor y nervios te invaden, pues imaginar el tener el virus y haberlo transmitido a alguien más no te dejan en paz.
Para mí no hubo instrucción de quedarme en casa y aislarme 15 días, pero si es necesario realizarme la prueba de nuevo en cinco días porque es probable que aún no incube el virus, ya que mi pareja recién presentó los síntomas.
Es de reconocerse la atención oportuna y rápida por parte de los médicos al presentarse al quiosco, además las indicaciones son claras y, desafortunadamente, los casos positivos salen de la explanada esperando que su salud mejore, sin algún apoyo adicional.
MGL