Hay que tomar con mucha cautela las expresiones que hablan de la vacuna como la luz al final del túnel, o del 2021 como un año mucho mejor al actual.

La realidad es que el viernes 1 de enero de 2021 hay que cuidarse tanto como el jueves 31 de diciembre de 2020, porque el salto en el calendario poco tiene que ver con el combate al Covid-19.

Y las vacunas, si bien implican una proeza humana por haber desarrollado una protección bioquímica en tan poco tiempo y con tan buenos resultados, lo cierto es que su distribución entre miles de millones de personas en el mundo implica otra hazaña inédita.

Es claro el hartazgo social por el confinamiento de los primeros meses de pandemia. Es lamentable que las medidas sanitarias se hayan convertido en manifestaciones políticas y entonces si no usas el cubrebocas eres un progresista de la transformación que sigue a su líder.

Ese cuento de Pedro y el Lobo en el que convirtió la pandemia Hugo López-Gatell, donde duraría un mes la enfermedad en México y con no más de cinco mil muertos, y donde la fuerza moral presidencial impedía los contagios, han hecho de este país uno de los que peor han manejado el SARS-CoV-2 en el mundo.

La falta de medidas oportunas por parte de las autoridades para respaldar a los pequeños negocios, para echarle una mano a los empleados que perdieron su fuente de ingreso, para tratar de hacer llegar el mensaje de: ustedes cuídense y ahí los apoyamos, hizo que ahora en este repunte más agresivo de la enfermedad, se hiciera políticamente imposible tomar medidas de confinamiento.

Las propias autoridades se acorralaron con la falta de programas de apoyo y hoy resulta imposible que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se atreva a colocar en rojo el semáforo epidemiológico que hoy en la práctica está más rojo que nunca en la capital del país.

Y algunas de las medidas asumidas en un afán de supuestamente controlar la afluencia de personas en los comercios, algo muy típico de esta temporada, acaban por agravar los contactos ciudadanos y con ello los contagios. Si un negocio abre cuatro horas menos que su horario habitual, sus clientes se agolpan.

En fin, tienen que ser estos últimos y complicados días del año, los que nos lleven a tomar las mejores decisiones personales.

Va a ser muy triste que en un año tan complicado no podamos reunirnos como siempre con nuestros amigos o compañeros de trabajo para un brindis, intercambio de regalos y abrazos.

Y peor va a ser tener una Noche Buena solitaria, sin papás ni hermanos o primos. Ninguno va a recibir regalo porque no salimos a comprarlos y la cena de los de casa será más sencilla y muy apagada.

Pero ese sacrificio debe ser la llave para poder tener en el futuro otras fiestas, otras Navidades, con todo y abrazos, con salud y todos juntos sin que nadie nos falte.

 

                                                                                                       @campossuarez