La “teoría económica” de la 4T era que si en la pandemia, en lugar de apoyar a los agentes económicos, volteaban para otro lado y se ponían a silbar en lo que pasaba el confinamiento, todo volvería a la normalidad como por arte de magia.

Y así fue como dejaron a su suerte a millones de empresas, la mayoría micro y pequeñas que nada tienen que ver con los grandes capitales que imagina el Presidente y su gente cuando invocan la palabra empresa.

Pero también quedaron sin ningún apoyo millones de trabajadores que repentinamente perdieron su fuente de ingresos. Muchos fueron despedidos de inmediato, otros tantos se fueron a trabajar a sus casas con reducciones salariales y otros tantos simplemente dejaron de trabajar con todas sus prestaciones intactas, al menos por un tiempo.

Un común denominador de los Gobiernos de Morena es no molestar a los ciudadanos ni con el pétalo de una sanción, así sea para cuidar su vida, porque al final el movimiento del Presidente los verá siempre como electores potenciales.

Y en la Ciudad de México, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, no fue la excepción a evitar cualquier tipo de sanción para sus clientelas. Para los que marcadamente no están alineados a su movimiento, la Ley a secas.

Los ejemplos sobran, pero lo más oneroso es la mano dura que se tiene con los comercios establecidos y la laxitud que muestran con las actividades informales.

Desde que pasó el susto inicial de la Covid-19, cuando la gente empezó a confiarse, la escena de mercados ambulantes llenos, puestos callejeros sin restricción, comida de la calle como siempre, se han mantenido.

No querían, pero la terca realidad llevó al Gobierno de la Ciudad de México a decretar tarde un nuevo semáforo rojo, el 18 de diciembre, que aplicó solo para el comercio formal de la capital.

Los informales nunca dejaron las banquetas frente a los negocios cerrados, la Navidad y los Reyes Magos fueron surtidos por esos puestos en la informalidad y la expedición de alimentos en la calle no fue suspendida.

En la calle, todas estas semanas se han podido comer en los puestos tacos, tortas, pozole, mariscos, licuados o lo que sea y como siempre.

Pero el restaurante, sea la fonda o el más caro, cerrados. Y esa falta de piso parejo de la autoridad fue lo que acabó por desesperar a los restauranteros.

La mayor parte de los restauranteros han sido solidarios con sus trabajadores, mientras que el Gobierno de la Ciudad los dejó a su suerte. Los puestos de la calle operan con regularidad mientras que los establecidos reciben la amenaza de sanciones si abren esta semana.

Son el primer sector que dice, con toda razón, que o abren o se mueren. Pero no son los únicos que han padecido esa injusta y dispar forma de gobernar en la Ciudad de México.

Quizá deberían mantener el cierre de actividades, porque lo primero es la vida. Pero el reclamo es la falta de apoyo gubernamental desde hace tantos meses y la vista gorda del Gobierno local con el comercio ilegal, que es al final la carne de cañón de la 4T.

 

                                                                                                           @campossuarez