Disfrute de la vida. Esto no es un ensayo

Friedrich Nietzsche

Aunque el diccionario y la lógica nos digan lo contrario, aceptar y estar de acuerdo no son sinónimos; no en lo que respecta a la vida y los procesos emocionales del ser humano.

No existe la posibilidad de mejorar nuestros destinos si no somos capaces de aceptar las condiciones en que nos encontramos por el momento, pero no tenemos que resignarnos a ellas ni aprobarlas. Solo asumirlas para estar en condiciones de resolverlas.

Sea bueno o malo lo que nos pase, requiere que sepamos qué hacer con ello, porque si no sabemos manejarlo hoy, tampoco sabremos más adelante. Hacernos cargo requiere, entonces, que resolvamos el rompecabezas de nuestras propias vidas.

Hayamos o no provocado el mal que nos aqueja, tenemos la responsabilidad de hacer algo al respecto, sin quejarnos, porque eso absorbe toda la energía que necesitamos para resolver y nos oculta las soluciones.

Así pues, hay que aceptar lo que nos está pasando, para que podamos seguir adelante. Y aquí es donde la sutil diferencia entre aceptar y estar de acuerdo nos cambia todo el panorama, nos desatora y nos permite avanzar: Usted no tiene que estar de acuerdo con lo que le pasa, puede también rehusarse a creer que de alguna manera lo provocó, pero puede aceptarlo.

El mensaje a la vida es: “no me gusta, no estoy de acuerdo con esto, pero admito que pasa, admito que está, admito que me afecta. Lo asumo”. Entonces comienza a solucionarse.

Debido a que confundimos la aceptación con el estar de acuerdo, cuando nos damos cuenta que no nos gusta nuestra realidad, inmediatamente nos resistimos emocionalmente a ella, a transcurrirla, a experimentarla, la rechazamos y tratamos de evadirla.

La evasión, esa recurrida conducta humana en tiempos difíciles, de crisis, encuentra en la vida moderna su “Disney World”, cientos de opciones para consumir, jugar, entretenerse; en fin, disparar la adrenalina que nos hace sentir “vivos” o la dopamina que nos seda; durante unos momentos, claro. Cuando se pasa el efecto queremos más y, si no podemos resistir, comienza el ciclo de adicción.

Incapaces de aceptar, creyendo que eso significa resignarnos, nos pasamos la vida esperando que ésta nos dé lo que creemos necesitar, con el fin principal de que los otros nos acepten, nos reconozcan, requisito sine qua non para aceptarnos a nosotros mismos.

Pero en realidad la cosa funciona al revés, y ya casi todos lo sabemos: me acepto, acepto lo que la vida me da, me responsabilizo por ello y resuelvo, entonces los demás me aceptan. Me vuelvo un ejemplo.

Y no obstante saberlo, no hemos aprendido a “desactivar” el programa de búsqueda de aceptación externa, a través de las circunstancias afortunadas que la vida nos traerá en suerte, como riquezas, simpatía, belleza, inteligencia, etc.

Mientras la vida nos da más de lo que no queremos o insuficiente de lo que sí deseamos –porque nuestro miedo, estemos o no conscientes de él, hace realidad el mal temido, dentro de cual la escasez ocupa uno de los lugares principales–, más rechazamos nuestras condiciones del momento y, paradójicamente, más queremos controlar todo lo que pasa a nuestro alrededor, principalmente a nuestros seres queridos.

Pero el secreto para tener bajo dominio nuestra vida es aceptar lo que sucede, porque es la única forma de adaptarnos, paso ineludible para realizar los cambios que nos permitan alcanzar todo lo que deseamos.

Agradecer a la vida lo bueno y lo malo que nos ha sucedido y nos sucede es la clave para la aceptación, pues la gratitud hace que el rechazo se debilite y las nieblas del temor se disipen.

Así pues, agradecer incluso aquello que nos ha venido a trastocar la vida, para estar en condiciones emocionales de aceptarlo, luego hacernos cargo y resolver, para volver a tomar el dominio de nuestras vidas. Después, hacer eso constantemente.

Eso es vivir.

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@F_DeLasFuentes