Dr. Mario A. Ramírez Barajas
*Doctor en Administración Publica por la Universidad Anáhuac y presidente de la Federación Nacional de Ajedrez de México (FENAMAC).
En estos días de confinamiento voluntario-involuntario, mi departamento ha devenido en algo así como un espacio de recuerdos perdidos, repentinamente redescubiertos; en un grupo de fotografías no revisadas desde hace muchos años, encuentro rostros, paisajes y reuniones, con evocaciones repletas de emociones a la inevitable distancia del tiempo transcurrido.
Tomé una vara imaginaria para hurgar entre ellas, al moverla brotan reminiscencias de mi ya lejano ingreso, en 1975, a la Escuela Nacional de Educación Física, un lugar maravilloso y casi mágico, bueno, al menos así me parecía, y así debe ser seguramente, el pasado se recompone en nuestra memoria, al final, es como lo recordamos y no de otra manera.
En esos días terminaba de leer la República de Platón, una frase del texto parecía resumir el ideal educativo griego: “…el que mejor sepa combinar gimnástica y música y aplicarlas a su alma con arreglo a la más justa proporción, ese será el hombre al que podremos considerar el más perfecto…”, así consideré estar en el lugar y el sitio correcto.
Mi primer año de servicio tuvo lugar en el estado de Jalisco, trabajaba en dos escuelas con mi plaza de 16 horas, una en el municipio de Atequiza en la primaria ubicada en la normal anexa y la otra por el rumbo del parque San Rafael cerca de las instalaciones del ya desaparecido club de fútbol Jalisco, por supuesto me hacía cargo de organizar la escuela al ingreso de los niños, ejercicios de orden, distancias flancos, media vuelta y demás, previo a su desplazamiento, formados y en orden en rumbo a su salón de clases, con la marcha de Zacatecas como música de fondo.
También eran mi responsabilidad los festivales escolares, la organización de las exhibiciones con tablas gimnásticas, la escolta de la escuela y los campeonatos deportivos internos.
Si pudiéramos representar a los profesores de los centros escolares como si fueran automoviles transitando por los arduos caminos de la educación, con grupos numerosos, en condiciones difíciles, curvas pronunciadas y a veces cuesta arriba, el modelo todo terreno y de tracción en las cuatro ruedas, sería el de educación física.
Es el único docente conocido por todos los niños, todos los padres de familia, todos sus compañeros profesores e incluso se da el lujo de interactuar con otras escuelas.
A pesar de esto, el sistema educativo mexicano no ha reconocido a profundidad la importancia de la materia ni el valor del trabajo del profesor de educación física, incluso el sexenio pasado ya se pretendía desaparecer y cambiarle el nombre definiéndola como educación corporal. Ignorancia pura, Montaigne en el Siglo XVI ya señalaba: “No es un alma, no es un cuerpo lo que educamos; es un hombre; no lo dividamos en partes opuestas; y como dice Platón, no debemos educar al uno sin la otra, sino conducirlos al mismo paso …”.
Un tejido de remembranzas alrededor de un largo camino recorrido por la educación física nacional en las escuelas, las canchas y la dirigencia deportiva. La ENEF (Escuela Nacional de Educación Física) instalada en su inicio en el Deportivo Venustiano Carranza, los grupos separados de hombres y mujeres. De los años 50 cuando los profesores de Educación Física daban la clase impecablemente vestidos de blanco y de su importante aportación siendo jueces de atletismo en los Juegos Olímpicos del 68.
La ruta inició en 1885, en la escuela modelo de Orizaba y la Normal de Jalapa, “Enrique C. Rébsamen”, el cuerpo y la Educación Física como un medio para conservarse saludable y fuerte, como una característica deseable en el perfil del profesor. Jerónimo Mercurialis, en su tratado, “Artis Gymnasticae”, publicado en Venecia en 1569, trazaba un primer esbozo: “…mientras que la vida de los hombres fue moderada, estos solamente fueron los fines de los ejercicios, pero aumentando el lujo y otras causas infinitas que paralizaban la salud, comenzaron al fin a usarse los ejercicios para repararla…”.
Una visión higienista: el ejercicio como medio de prevención de afecciones físicas.
En 1889 y 1891, en los congresos de instrucción, se formaliza el discurso para conceder importancia a la educación física como instrumento educativo, acuerdan incorporarla a los programas oficiales que hasta ese momento no tenían obligación de prácticas de actividades físicas.
Como respuesta a estos congresos, en 1891 la Ley de Instrucción Obligatoria del DF y los territorios de Tepic y Baja California consideran a la educación física como parte de la formación integral, así el país da a luz las primeras clases de gimnasia en las escuelas elementales de la nación.
La Educación Física en nuestro país, es hija del siglo XIX.
Esto al tiempo generó la necesidad de crear dos estructuras especializadas en la materia, en 1907 se establece la pionera “Escuela Magistral de Esgrima y Gimnasia”, con formación militar, incorporadas la esgrima y gimnasia de influencia europea.
Con las bases de los suecos Ling y William Skasstrom, las espalderas, el banco sueco y los ejercicios a pie firme contando progresivamente, son herencia de estos tiempos.
En 1921 se crea la SEP, (Secretaria de Educación Pública) y bajo la visión del talentoso maestro José Vasconcelos se desarrolla la idea del trabajo del profesor de Educación Física como un medio para promover, enseñar y desarrollar la expresión corporal como instrumento de educación de los jóvenes y niños mexicanos. Un gran salto cualitativo, ni más ni menos.
Para orientar y dirigir este crecimiento, en 1923, surge la Dirección General de Educación Física, y la Escuela Magisterial de Esgrima y Gimnasia da paso a la Escuela elemental de Educación Física. Esta nueva institución trata de ligar el desarrollo físico con el moral.
Vasconcelos hablaba de ejercicio, salud física y espiritual, separados del récord y la apuesta.
El germen de la diferencia entre el deporte de élite y la Educación Física, ahí ya está sembrado.
Para ese año, los profesores también eran formados en danzas regionales y folclor, lo que explica, la tradición de que el profesor de Educación Física prepare los bailes para los festivales escolares y se incorporan por primera vez deportes como el atletismo, básquetbol, voleibol, fútbol y natación haciéndose presente por este medio la notoria influencia de nuestro vecino del norte.
En 1927 la Universidad Nacional funda la escuela Universitaria de Educación Física con un modelo con la salud y el deporte como medios unidos indisolublemente.
En los años 30 el presidente de la República, el General Lázaro Cárdenas crea el departamento autónomo de Educación Física, con el objetivo de centralizar la coordinación de esta materia a nivel nacional.
El proyecto socializante de esta época, parece coincidir plenamente con los principios conceptuales de Marx y Engels, publicados en su “Crítica a la educación burguesa”: “…por educación entendemos tres cosas: 1. Educación intelectual, 2. Educación corporal, tal como es producida por los ejercicios de gimnasia y militares, 3. Educación tecnológica, incluyendo los principios generales y científicos de todos los procesos de producción, y al mismo tiempo iniciando a los niños y adolescentes en la manipulación de los instrumentos elementales en todas las ramas de la industria…”, en ese marco la formación educativa relacionada con la educación física, complementada con disciplina y rigidez, consolidó las tablas gimnásticas y los ejercicios de orden y control como herramienta de trabajo.
Desde entonces la formación de influencia militar ha provocado que los profesores de Educación Física se hagan cargo de las escoltas en las escuelas.
En 1943, la influencia de la guerra mundial se deja sentir y da paso a la “Escuela Normal y Premilitar de Educación Física”, con un refuerzo del enfoque militar para la materia.
Finalmente, en 1949 surge la ENEF (Escuela Nacional de Educación Física) y esta cambia su concepción de lo militar, hacia lo deportivo.
La simbiosis entre deporte y educación física se asienta para ya no abandonar nunca más el corazón de los profesores.
El sistema educativo estimula mayormente, en lo social, profesional y escolar, ganar un torneo o una medalla que trabajar con 40 niños en un patio.
Fue el punto de abandono del ideal Vasconcelista.
Si además le sumamos ser la sede de los Juegos Olímpicos y del Campeonato Mundial de Fútbol de 1970, se entiende la existencia de un esfuerzo nacional para participar en el desarrollo del deporte. Los torneos y competencias se convierten en lo más importante, nacen los Juegos Nacionales Infantiles y Juveniles y se transforman en la medida de éxito de un profesor de Educación Física.
Ahí se instala en el colectivo social el concepto “clase de deportes”.
A la fecha es común escuchar de los alumnos la expresión: “voy a clase de deportes”. Estigma difícil de borrar y ahuyentar de las escuelas.
Para cerrar, una historia de agravio de esos tiempos: antes de la construcción del Palacio de los Deportes, de cara a los Juegos Olímpicos del 68, la Escuela Nacional de Educación Física tenía en esos terrenos dos campos de béisbol, dos de fútbol, una pista de arcilla con campo de fútbol, 18 de básquetbol, ocho de voleibol y grandes zonas verdes.
Al conocer el proyecto, los alumnos protestaron e iniciaron una huelga, la levantaron cuando los convencieron de que la nueva instalación iba a ser para ellos, sin embargo, un día después de concluir los juegos olímpicos, el palacio amaneció cercado y ya nada se pudo hacer, la escuela perdió y al tiempo nadie ganó, hoy esa instalación se usa para todo menos deporte, es un elefante blanco con coraza de bronce en cuyo interior hay ferias del hogar, de sexo y entretenimiento y casi siempre está vacío.
La creación de la ESEF en 1976 (Escuela Superior de Educación física) y sus efectos, serán motivo de una reflexión posterior.
LEG