“No sé en qué lugar voy a terminar.
ni qué marca voy a lograr.
Mi objetivo es no parar.”
Lupita González
Medallista olímpico en Río de Janeiro
Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas
Tengo un par de recuerdos muy vívidos relacionados con los juegos olímpicos, originados en los Juegos Olímpicos de 1968 en México, el primero, la final de marcha en 20 km: en televisión nacional el rostro de esfuerzo del sargento Pedraza al entrar al estadio de Ciudad Universitaria, persiguiendo a los rusos Nikolai Smaga y Vladimir Golubnichy, logró rebasar al primero de ellos, al final se tuvo que conformar con la medalla de plata; el segundo, la emoción cuando Felipe “el Tibio Muñoz”, un 23 de octubre, en los 200 metros nado de pecho, gana la de oro en una prueba donde derrochó corazón y valentía, terminé enamorado de los Juegos Olímpicos, en espera de la siguiente edición, con la ilusión de ver regresar a nuestros atletas cargados de medallas.
Los griegos entendían el efecto de la actividad de alta competencia como un fenómeno sociocultural, los primeros juegos iniciados en el año 776 a.c., se realizaron durante un período histórico de 1.168 años, hasta el 392 de nuestra era, suspendidos por un edicto del emperador hispano-romano, Teodosio I El Grande.
Pierre Louys, en un artículo publicado en L’Auto, da en el blanco: “…los griegos comenzaron a contar a partir del día en que los sacerdotes de Olimpia hicieron grabar el nombre de Corebos en las planchas de la gloria. Ya no saben en qué año conquistaron Troya, ni cuándo vencieron a los atridas, ni en qué siglo vivió Hornero, pero escriben en mármol blanco y nos transmiten la victoria de Corebos sobre 192,27 metros…”.
Los JO de la era moderna inician a finales del siglo XIX y sobreviven a un inicio incierto. Se sobreponen a la primera y segunda guerra mundial, superan dos boicots, uno en Moscú 1980, encabezado por los EEUU y otro en Los Ángeles 1984, ahora con Rusia como líder del bloque socialista. Los gobiernos entienden la arena deportiva como un espacio muy importante de difusión y promoción de una ideología o el fortalecimiento de su imagen.
Los campeones olímpicos ahora son la encarnación de los guerreros de la antigüedad, en lugar de ir al territorio enemigo a hacer la guerra y regresar con heridas y un botín a repartir, actualmente su retorno exitoso está marcado con medallas, lesiones producto de su “batalla” en las pistas de atletismo o en las canchas y zonas de competencia.
Ahora con motivo de la celebración, de los ya pospuestos un año, Juegos Olímpicos de Tokio, nuevamente el movimiento olímpico enfrenta uno de sus grandes retos, el gobierno japonés ha invertido unos 12.000 millones de dólares, no puede dejar de celebrarlos, a pesar de considerar en su cálculo pérdidas por patrocinios y ventas de entradas.
La ministra olímpica de Japón, Seiko Hashimoto, declaró el año pasado: “…los Juegos de Tokio deben celebrarse a cualquier precio…” y el gobernador de Tokio, Yuriko Koike, perfila organizar unos Juegos Olímpicos “simplificados”, debido al impacto de la pandemia de covid-19.
Todo esto probablemente signifique veamos los primeros juegos olímpicos de la historia, sin espectadores en las tribunas, totalmente transmitidos por medios electrónicos y digitales, y con cubrebocas.
Es una prueba muy dura para el movimiento olímpico, La convivencia cotidiana entre los atletas, el bullicio fuera de los estadios, la magnificencia de la ceremonia de inauguración y clausura tendrán necesariamente que ajustarse a los nuevos tiempos. ¿Esta situación altera el rendimiento de los atletas, las aportaciones futuras de los patrocinadores, el interés por los propios juegos?, lo cierto es que no lo sabemos, sólo podemos especular.
El movimiento olímpico ha salido bien librado de pruebas muy difíciles, por el bien del deporte, de los ideales que representa el olimpismo y por conservar el evento multideportivo más importante en los últimos 100 años, esperemos que una vez más salga fortalecido y aportando ideas innovadoras y así, asegurar, Juegos Olímpicos de invierno y de verano, por muchos años más.
LEG