Un día en junio de 1992, un niño delgado de cinco años se detuvo tras la reja de una cancha de tenis en una pequeña aldea de montañas en Serbia para ver un torneo infantil.
El nombre de aquel niño era Novak Djokovic (el nombre significa hijo de Djoko en serbio, Djoko en este caso Djoko Damjanovic, uno de los ancestros paternos de Novak) y sus padres administraban un restaurante de pizzas junto a la carretera cercana a las pistas de tenis.
Desde que ingresó para ver su primer torneo de tenis, Novaj Djokovic se decidió a tomar la raqueta, y fue invitado por Jelena Gencic, quien fuera entrenadora de Mónica Seles, para formar parte de una clínica de tenis.
Gencic llevó al pequeño de cinco años con sus padres al restaurante donde trabajaban, y les dijo una frase que hoy tiene a la entrenadora como la pionera en la carrera del hombre con más semanas en la cima. “Tienen ustedes un niño de oro… cuando cumpla 17 años, será uno de los cinco mejores jugadores del mundo”.
Novak llegó a los 17 años, y ya estaba en el número 128 de la clasificación mundial, y el futuro era muy prometedor.
A lo largo de su carrera siempre ha sido un jugador diferente al resto, y no solamente por su talento, también por las polémicas que ha generado. En exhibiciones, y hasta en torneos oficiales, se dedica a imitar a sus compañeros, lo cual genera carcajadas en las gradas.
Además, lleva años de críticas por “fingir” lesiones, y así romper el ritmo de sus oponentes. Esta situación se vio claramente en el pasado Australian Open, y es que en más de tres ocasiones pidió el auxilio del fisioterapeuta, y regresó para ganar.
“En nuestro deporte, ganar el mayor número de Grand Slam y ser No. 1 durante el mayor tiempo posible son los dos grandes objetivos”, dijo Djokovic tras superar a Sampras la temporada pasada con 287 semanas en la cima.
AR