El glamour y la decadencia forman parte del mismo árbol. Asma al Asad quería convertirse en la Lady Di de Oriente Medio. Joven, guapa y rupturista de clichés (sobre la sumisión de las esposas en la cultura árabe), visitó escuelas para promover la integración de los jóvenes a la política; sus sonrisas las transfirió a niños enfermos internados en hospitales; y fue protagonista de múltiples escenas deportivas. La imagen de la familia Asad fue el arquetipo de una vida sana y, al mismo tiempo, una potente estrategia de comunicación dirigida a los aspiracionistas, ciudadanos que vieron en la familia de su gobernante como un icono modélico a seguir.

 

El encanto de Asma al Asad quedó impregnado en el mundo del papel cuché, esas modernas Biblias que transfieren oxígeno puro a través de relatos excitantes. Para ello, el equipo de su esposo contrató a despachos de relaciones públicas británicos y estadunidenses, entre los que sobresalen Bell Pottinger y Brown, Lloyd & James.

 

Uno de los primeros frutos de las relaciones públicas fue la famosa Anna Wintour, maquinadora de la revista Vogue en Estados Unidos. La edición de marzo de 2011 le dedicó un amplio reportaje que lo tituló Una rosa en el desierto.

 

Francia no se quedó atrás. La revista Elle calificó su vestuario por arriba al de Claudia Bruni y Michelle Obama.

 

Asma viajaba a Londres y a París frecuentemente con las maletas vacías (hoy la Unión Europea la mantiene en la lista negra de nombres entre los que no pueden ingresar a ninguno de los 27 países miembros), tan frecuente como lo hacía de Damasco a Homs, su ciudad natal (hoy proveedora de imágenes apocalípticas). Algunos vendedores de territorio exclusivo de moda en París, rue Montaigne, han reconocido a Asma como una compradora compulsiva de ropa.

 

Asma nació en Londres el 11 de agosto de 1975 (el sábado cumplirá 37 años). Trabajó para Deutsche Bank y JP Morgan, y comprendió el mundo financiero a través del Valor Presente Neto (VPN) y a la Tasa Interna de Retorno (TIR). Sus estudios profesionales en sistemas los hizo en Londres y también estudió un diplomado sobre literatura francesa. Conoció a Bachar en 1992 cuando el hoy sátrapa viajó a Londres a estudiar una especialización sobre oftalmología.

 

Los padres y hermanos de Asma han sido tocados por el reino de su esposo. Su madre, Sahar al Atry, pasó de ser una empleada de embajada a recibir un ascenso de diplomática. Su hermano Eyad vive en el palacio Azm, asentado en uno de los barrios exclusivos de la capital. La revista Vanity Fair asegura que para la boda de Eyad se conformó un comité organizador integrado por los ministros de Cultura, Información, Turismo y el jefe de la policía.

 

Desde el glamour y la decadencia se olvidan las batallas étnicas. La boda entre Asma y Bachar ocurrió de manera sigilosa durante julio de 2000 debido a que los dos pertenecen a clanes peleados entre sí. Ella es suní y Bachar alauí. Con una vida occidentalizada y cosmopolita londinense, la sangre es azul.

 

En la actualidad Anna Wintour no quiere saber nada sobre Asma; la nube de Vogue ya no contiene el mencionado reportaje. Por otra parte, la actriz del mainstream Angelina Jolie ya no quiere que Asad le recomiende guardaespaldas como en su momento la propia Asma presumió.

 

Como una historia de hadas, las doce de la noche atrapó a Asma Al Asad en medio de la fiesta y del castillo ha salido convertida en la princesa del horror. Durante 18 meses ha tenido pocas apariciones públicas. Su sonrisa ha desparecido del mundo del papel cuché.

 

De lo poco que se sabe de ella son los reportes de Wikileaks: Asma envió un correo electrónico a una amiga para asegurarle que: “el verdadero dictador soy yo. Él (Bachar) no tiene elección”.

 

Y sí, el glamour y la decadencia forman parte del mismo árbol.

 

fausto.pretelin@24-horas.mx | @faustopretelin

 

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