El doctor Francisco Arenas-Huertero, del Departamento de Patología del Hospital Infantil “Federico Gómez”, nos pide precisar lo siguiente: SIDA, son las siglas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida; en tanto que VIH son las de Virus de la Inmunodeficiencia Humana, de modo que es impropio llamarlo “virus del SIDA”.
Asimismo, en el capítulo 1 (página 19) de la 2ª edición del documento 25 años de SIDA en México; logros, desaciertos y retos (http://goo.gl/UhkYm) se lee: “la transcriptasa reversa es una enzima que permite que los virus con genomas de ARN pasen de este ácido nucléico a ADN y luego se puedan insertar en el núcleo de las células animales.”
Sin embargo, el VIH, que en realidad es un retrovirus, no siempre se llamó así. En 1983, en Francia, el equipo científico del doctor Luc Montagnier descubrió un virus al cual denominó LAV (iniciales en inglés de Lymphadenopathy Associated Virus).”
El SIDA tuvo también otros nombres en sus primeros registros documentados; por ejemplo, en Estados Unidos se le denominó con el prejuicioso nombre de GRID, siglas en inglés de Gay Related Immuno Deficiency; o sea inmunodeficiencia relativa a la homosexualidad, pues, como se recordará, la casi totalidad de esos primeros casos correspondió a jóvenes varones homosexuales.
La mayoría de esos casos de inmunodepresión derivaron en enfermedades que, precisamente por irrumpir aprovechando tales cuadros clínicos, se les designa como oportunistas. En el primer mundo, fueron recurrentes la neumonía por Pneumoscystis carinii, un hongo microscópico que se combate con pentamidina, y el sarcoma de Kaposi, cuyos síntomas visibles son lesiones cutáneas, principalmente en el rostro, así como internas, tanto en el tracto gastrointestinal como en las vías respiratorias.
En cambio, cuando entre 1983 y 1984 se verificaron los primeros casos de SIDA en México, otros fueron los cuadros clínicos observados. En el referido capítulo, a cargo de los científicos Samuel Ponce de León y Antonio Lazcano, leemos que: “pobreza y subdesarrollo definen las características de las epidemias: la criptosporidiasis y la tuberculosis se presentaron con mayor frecuencia en los pacientes mexicanos que en los de países desarrollados.”
Pese a que en México se hace investigación científica de calidad en el sector salud, las tímidas campañas de prevención y la escasa inversión pública para la ciencia (como se recordará, aunque la ley establece que se debe destinar al menos 1% del PIB al rubro, no se cumple ni con 0.5%) son factores que inciden indirectamente en el aumento de nuevos casos de VIH-SIDA.
En El VIH-SIDA en México, 2011 (http://goo.gl/fXXNW) se reportan 151 mil 614 casos de SIDA, acumulados a septiembre de 2011; de ellos, 123 mil 706 (82%) son hombres y 26 mil 900 (18%), mujeres. Respecto al VIH, se registraron 36 mil 714 casos; 26 mil 697 (72.8%) son hombres y 10 mil 017 (27.2%), mujeres.
¿Indica esto que se abandona la prevención (uso del condón, por ejemplo) del contagio de VIH y se apuesta por la costosa medicación de antirretrovirales combinados (efavirenz y truvada, por ejemplo), sobre todo después de que esta estrategia ha transformado al SIDA de una enfermedad inevitablemente mortal en un mal crónico y controlable? Si esto es así, alguien se beneficia de esta percepción y no somos precisamente los ciudadanos.
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