Era posiblemente 2014, el año en que se estrenaron Boyhood de Richard Linklater y The Most Violent Year de JC Chandor, y yo venía a Los Ángeles de visita, seguro con la idea de conocer a alguien interesante que me ayudara con mis intenciones de expandir mi carrera de director hacia acá, ya fuera haciendo comerciales o películas, lo que se pudiera. Algún productor, director, escritor, porque se me hacía que había que probar. Tener Hollywood tan cerca y no tomar el avión de tres horas, intentar conocer gente, y hacer algo de networking quien quita y algo interesante sale. Según Woody Allen la mitad del trabajo es poner la cara, así que decidí tomar cartas en el asunto y ponerla.
Como tampoco es que mi presupuesto fuera muy amplio decidí buscar alguna opción económica. Algo céntrico, pero que fuera barato, tampoco quería quedarme tan lejos de la acción, ni siquiera sabía dónde estaba, pero bueno. No quería estar lejos de lo que fuera que yo pensara que era la acción. Entonces encontré un hotel que se veía bien, en la South Main St. en el centro de Los Ángeles, pues no sonaba mal. Parecía como una especie de hostal juvenil adaptado en un edificio viejo. No sería la primera vez que me quedara en un lugar así. Era realmente barato, así que pensé, bueno tendré más dinero para salir, conocer gente, que es lo que voy a hacer, el alojamiento es un poco lo de menos.
Para los que aún no lo han adivinado, sí, efectivamente me quedé en el mismísimo Hotel Cecile, obvio sin saber nada de su aterradora historia. La verdad es que no era un lugar especialmente siniestro, aunque acepto que tampoco era agradable. Atrás de esa recepción estilo “hostal moderno europeo barato”, subías una escalera y podías cruzar por un pequeño pasillo a lo que era el lobby del verdadero hotel. Un amplio salón con columnas doradas y un mezanine, todo cubierto de mármol y alfombras rojas, pero a pesar de su decaído lujo me sorprendía que no tuviera prácticamente huéspedes. Un edificio de varios pisos que tenía la opción de habitación con baño, pero también, si querías ahorrar, podías compartir baño con los del piso e incluso una habitación con literas. Extremo al que no llegué, preferí tener mi espacio propio en una de las 300 habitaciones que tiene el edificio.
Los días pasaron sin mayor contratiempo, en cuanto al hotel, todo salió bien. Conocí algo de gente en Los Ángeles, aprendí entre otras cosas que Downtown realmente no es el mejor lugar para quedarse para lo que yo andaba buscando, pero aún así la pasé bastante bien, conocí bares, restaurantes y me sorprendí con la enorme cantidad de “sin techo” que había en las calles.
Tiempo después me enteré de que más o menos en las mismas épocas que yo había estado ahí había sucedido la desaparición de Elisa Lam, una joven mujer que por razones misteriosas descubrieron sin vida en el interior del tinaco del hotel. Por lo menos pasó un mes para que los huéspedes se empezaran a quejar del sabor del agua que venía por la llave y que la falta de presión.
Después en la famosa serie American Horror Story, se le hizo todo un homenaje a este icónico lugar de oscura fama donde pasaron, entre otros, el Asesino de la Dalia Negra y el Acosador Nocturno.
No sé, desde entonces me pregunto si mi inocencia y novatez me hicieron vivir esa historia llena de lo más violento de Los Ángeles como algo sin importancia y rutinario. Lo que sí, supongo que el agua de la regadera me hizo bien a la piel.
@pabloaura