Las encuestas lo dicen y cualquier plática con alguien de su feligresía lo confirma. El poder de persuasión del presidente Andrés Manuel López Obrador se mantiene, aunque, eso sí, en menor escala que cuando era candidato.

Como sea, pueden muchas de sus ideas estar carentes de argumentos y hasta sentido común, pero aun así serán muy populares entre amplios sectores de la sociedad que le creerán sin dudar de cualquier cosa que él diga.

Pueden faltar los medicamentos para los niños con cáncer y ante la mirada de la feligresía los familiares desesperados de estos pequeños serán “presuntos padres” apoyados por los conservadores que quieren dañar a la 4T.

Desaparecerán organismos autónomos, fondos y fideicomisos necesarios para una vida institucional, nunca se presentarán pruebas de las supuestas corruptelas, pero esa audiencia fiel repetirá todas las acusaciones que les lance el Presidente.

Pero la contrarreforma energética puede toparse con una pared impenetrable hasta para el más hábil de los populistas: el muro del bolsillo. Cuando deja de alcanzar para lo elemental, empiezan los cuestionamientos.

Y seguirá funcionando el discurso de que todo es herencia del pasado y si no logran sus objetivos, será culpa de la resistencia de los conservadores.

Siempre habrá quien siga ese juego hasta el cansancio. Quien se ahorre la fatiga de pensar y opte por la fe ciega.

Pero cuando hay una promesa incumplida de no subir los precios de los energéticos, las dudas saltan incluso hasta en los más consistentes del rebaño.

Con las gasolinas, por ejemplo, la promesa era que no subirían más allá de la inflación lo que claramente no ha sucedido. Aunque, eso sí, ahí el control de daños del Presidente es una cátedra de habilidad propagandística que muy pocos dominan.

Pero con el precio del gas LP la historia es otra. Con un despliegue publicitario desleal con los otros competidores se anunció la creación del Gas Bienestar, se controló por decreto el precio de venta al público y se limitaron los derechos de los repartidores de este combustible.

Con todo, en poco más de dos meses y medio el precio del gas LP ha subido casi 17%. El Gas Bienestar, que solo se vende en Iztapalapa, también ha subido de precio al doble que la inflación, los gaseros han hecho manifestaciones sin que les hagan caso y todos tienen que pagar más por este combustible.

Por eso, cuando a esos ciudadanos afectados en el bolsillo con los precios de los energéticos les dicen que les van a devolver “su electricidad”, más de uno se da cuenta que siempre han sido clientes de empresas estatales, la Comisión Federal de Electricidad y en su momento Luz y Fuerza del Centro, así que toda esa lucha contra los abusivos particulares suena a otro discurso hueco más.

Hay un abuso de la clientela política y no les quieren explicar que los energéticos suben en todo el mundo. No lo hacen porque el tema les sirve para sus propósitos ideológicos.

Pero tanta buena fe de sus seguidores tiene como límite que no alcance la quincena y es ahí donde pueden encontrar su castigo a tanta desinformación.

@campossuarez