Queridos amigos, como saben muchos de ustedes, hace unos pocos días en la ciudad de Santa Fe, Nuevo México, ocurrió una tragedia que involucra a la industria cinematográfica y sus, normalmente, estrictas medidas de seguridad para el manejo de armas de fuego.
Existe una profesión específica, se les conoce como “armeros”, y son los responsables de todo lo relacionado con las armas en los sets de filmación. Tienen a su cargo resguardar, custodiar, instruir al talento sobre su uso; pero sobre todo que dicho uso sea siempre de manera segura. Y como no, si las pistolas y las armas en general han sido siempre parte fundamental de las películas. Piensen en alguna de sus favoritas y ya sean armas láser, espadas medievales, revólveres, rifles, bayonetas… estoy seguro de que al menos algunos de esos “props” se usaron en esas películas en las que pensaron.
El cine es el sitio donde cumplimos nuestras fantasías y las vemos representadas de mil maneras; la gente tiene poderes sobrehumanos, los buenos les ganan a los malos, el amor triunfa, la muerte se puede burlar una y mil veces, viajamos al espacio, ganamos guerras, vencemos monstruos o incluso viajamos en el tiempo. Para ello se tiene que recrear la vida, el entorno mismo donde los personajes se desenvuelven, cosas básicas como su vestuario, la silla en la que se sentaron, la jarra que usaron para servirse agua, todo, milimétricamente planeado para servir a la historia.
Las armas, en especial, siempre han requerido un cuidado diferente, no se le pueden encargar a cualquiera, porque hay riesgos, aunque teóricamente no haya balas, todos conocemos el dicho de que “las pistolas las carga el diablo” y por eso hay personas que dedican su vida a que los protocolos correctos se sigan, las armas luzcan, los actores puedan realizar su trabajo y la historia se cuente, pero, sobre todo, regresen todos a su casa con bien al final del día de trabajo.
Por ello es inadmisible que sucedan esos “accidentes” que no lo son, ya sea negligencia o descuido, las consecuencias son demasiado grandes y dolorosas para dejarlas pasar. La vida de Halyna Hutchins, una fotógrafa ucraniana de 42 años, con una hija, un esposo, talento y amor a su profesión tal, que tuvo que pagar con su vida de una manera que no debería ser.
He escuchado gente que pide que se prohíban las armas en los sets; creo que eso es absurdo, el cine es en muchos casos una profesión de alto riesgo y, si se siguen los protocolos correctos nadie sale lastimado. Tan es así que accidentes como éste del que hablamos son bastante escasos. Lo que sí tal vez habría que revisar son los protocolos de certificación de los armeros. Que tengan sus horas de sueño correctas, la ayuda y personal de apoyo necesario o el sueldo que requiere una profesión de tal responsabilidad.
Por otro lado, han de saber que hoy en día la mayoría de las películas de acción importantes, donde hay cientos de miles de balazos, John Wick o incluso más viejas como Once Upon a Time in Mexico, todas las armas son de goma. No se usaron para nada armas reales. Todos los fogonazos se añadieron en post, en la edición, junto con el audio y las explosiones o impactos. Como cineastas tenemos que dejar como última opción usar un arma de verdad siempre pensando en que los riesgos se deben minimizar a toda costa.
@pabloaura