A ver:
¿Voló en avión privado? No que se sepa.
¿Fue a una boda fifí, aunque fuera de uno de los austeros funcionarios de la 4T? Tampoco.
¿Grilló a algún candidato a gobernador cercano al corazoncito de López Obrador? No que se sepa.
¿Después de dejar la Secretaría de Hacienda se involucró con la oposición para jugarle las contras a Rogelio Ramírez de la O? No.
¿Escribió algún artículo incendiario contra la 4T en alguno de los periódicos neoliberales, conservadores, que a diario crítica el Presidente? Ninguno se ha leído.
¿Cumplió la regla de oro de 90% de lealtad y 10% de capacidad, requerida para ser considerado un hombre bueno y honesto? Con creces.
¿Entonces?
Quizá no lo sepamos a ciencia cierta; pero seguro que los empresarios que acudieron ayer a una comida con el Presidente fueron enterados de las razones por las que se decidió reconsiderar el nombramiento de Arturo Herrera como gobernador del Banco de México.
Sobre las razones que tuvo el Presidente para bajar a Herrera hay cien teorías, que van desde las más chabacanas hasta las más descabelladas.
Después de estallado el escándalo, Herrera se mostró prudente y sólo aclaró que, efectivamente, hace una semana el Presidente le informó que había reconsiderado su nombramiento.
No se sabe si tendrá un premio de consolación porque hasta ahora ninguno de los funcionarios que han dejado el gabinete lo ha tenido y salvo dos, Germán Martínez, exdirector del IMSS, y Carlos Urzúa, exsecretario de Hacienda, han criticado abiertamente decisiones del Presidente.
Algunos ven en Herrera a un posible candidato de Morena al Gobierno de Hidalgo, lo cual sería una salida digna.
Pero las formas en las que primero fue bajado de la Secretaría de Hacienda y después de la gubernatura del Banco de México, hacen que esas posibilidades sean sólo buenos deseos.
Herrera le dio estabilidad a las finanzas públicas, no se merecía ese trato.
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Por el momento en que ocurre, la reunión entre López Obrador y los magnates mexicanos tiene muchas interpretaciones.
Se trata de los miembros de su Consejo Económico Asesor al que no le hace caso, a juzgar por los hechos, pero que le gusta tener cerca.
No se conoce la agenda -ni el menú- de la reunión, pero sería impensable que los principales empresarios del país no preguntaran no solo por el cambio de opinión en el caso del gobernador del Banco de México ni por el decretazo con el que el jefe del Ejecutivo mandó al diablo a las instituciones, incluida la propia Constitución.
Si la reunión fue para tranquilizarlos, también debió invitar al peso porque en cuanto se supo del cambio de señales en el Banco de México y los nombres de los posibles sucesores la moneda mexicana se depreció.
Habrá que esperar un mensaje de tranquilidad también para los mercados que nomás no dejan su nerviosismo ni con ansiolíticos.
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La militarización de la vida pública es incontrovertible pese al discurso oficial.
El Ejército Mexicano, una de las instituciones más respetadas en el país, ha pasado a ser parte del paisaje político cotidiano; no solo el Ejecutivo le asigna obras y le otorga concesiones para su usufructo sino que además resuelve entramados cuya única responsabilidad es de los mandos castrenses.
El Ejército, que siempre, siempre se vio como una garantía de estabilidad política, ahora se le mira con recelo y no sin cierto temor a futuro.
¡Qué necesidad!
LEG