LUIS ÁNGEL HURTADO RAZO
Hace unos días vi No mires arriba, producción de Netflix, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, filme que a grandes rasgos habla sobre la amenaza del fin del mundo, hecho que es descubierto tras un cálculo científico. Ante esta situación, los descubridores de tal amenaza deciden avisar a la instancia máxima del Gobierno de los Estados Unidos, que al enterarse de lo sucedido decide minimizarla, argumentando que los datos científicos podían tener un error de cálculo y requerían una revisión de científicos, en teoría, más calificados. Sin embargo, el argumento central es que avisar a la población de ese país podría poner en riesgo los intereses políticos de la actual administración.
La película, en amplios pincelazos, trata de explicarnos el profundo deterioro que actualmente vivimos por el conocimiento científico y por supuesto de la verdad. Esto derivado de las altas cargas de emociones discursivas que se difunden mediante las redes sociodigitales y las diferentes herramientas tecnológicas.
No mires arriba también coloca a discusión el papel actual que juegan en nuestras vidas los algoritmos, los cuales hoy se han vendido como una fórmula predictiva de nuestros actos, sin embargo, algo que deja ver el argumento central de la película es que estas fórmulas no pueden lograr estar por encima del conocimiento y la verdad científica. Esto es un aspecto interesante de la cinta porque se nos ha dicho que los algoritmos son una especie de bola de cristal que predice nuestro futuro, sin embargo, omiten decir que el ser humano es impredecible y, por lo tanto, los algoritmos también fallan.
Por último, pero no por ello menos importante, no es nuevo que la decisiones políticas estén por encima de la ciencia y del conocimiento científico, las decisiones políticas siempre han sido prioritarias frente a la razón o la verdad científica, ejemplos abundan en la historia de la humanidad, un caso son los efectos comprobados que se expusieron en su momento sobre las consecuencias de la energía nuclear, sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, la carrera armamentística en el planeta recurrió al uso de esta energía, pese a los costos en materia del medio ambiente, o inclusive de vidas humanas.
Esta película nos ayuda a traer nuevamente a debate la frase de Aristóteles: “el hombre es un animal político por naturaleza”, y por ello siempre recurrirá primero a la política sobre la ciencia. Sólo que ahora las emociones y la tecnología juegan a favor del discurso político, que esta permitiendo que la humanidad le reste importancia a la verdad, sobre la mentira.
@LuisHuRRa