El presidente Andrés Manuel López Obrador ha reconocido en diversas ocasiones que si su Gobierno fracasa en devolverle la paz a los mexicanos, la 4T habrá fracasado.

“No habrá transformación sin paz’’, ha dicho.

Y por cómo se ven las cosas, parece que nos va a quedar a deber.

Cualquier ciudadano medianamente informado al que se le pregunte sobre su percepción de la inseguridad opina que los cárteles han avanzado en la toma de territorio.

En los tres años que lleva al frente del Gobierno, se han suscitado hechos y generado imágenes que jamás se habían visto.

El narco tomando sin oposición de ningún cuerpo de seguridad poblaciones completas en Michoacán, Guerrero, Zacatecas, provocando una migración interna que se ha minimizado o de plano no se ha querido ver.

El plan gubernamental para “atender el origen de la violencia’’ no ha funcionado, como lo demuestra el hecho de que cada vez es mayor el número de jóvenes y menores de edad que participan en hechos delictivos graves.

López Obrador ha sido el Presidente que más ha recurrido a las Fuerzas Armadas.

Incluso creó la Guardia Nacional como un apéndice del Ejército Mexicano para tratar de contener el avance de la delincuencia organizada, pero hasta ahora con resultados mediocres de acuerdo con el propio informe anual de la Guardia, presentado hace unos días en el Senado.

Si bien es cierto que en la actual administración han caído algunos capos importantes y otros de medio pelo -quizá la captura más importante ha sido la de El Marro, en Guanajuato-, ello no ha evitado que las disputas entre cárteles provoquen el surgimiento de pueblos fantasma y la migración de miles de familias a tierras más seguras.

En el discurso oficial, los muertos se dan entre la gente de ambos bandos, pero en medio siempre está la población civil como víctima colateral.

Siempre.

El Presidente también ha dicho que “violencia genera más violencia’’, pero bajo esta lógica los cárteles han operado en el Norte del país sin oposición, ante el pasmo -en el mejor de los casos- de los gobernadores y el terror de los gobernados.

López Obrador tiene tres años para cumplir con el compromiso de devolverle la paz al país.

¿Podrá?

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La prestigiosa revista The Economist publicó su índice de desarrollo democrático en el que nuestro país, por primera vez desde que se publica este comparativo, queda como un sistema híbrido.

Es decir, que ni somos una democracia ni tenemos un sistema autoritario -por el momento-, pero a juzgar por los rubros que la revista analiza, para allá vamos.

Ya sabemos qué le espera a The Economist a partir de hoy en las mañaneras; si ya de por sí era considerada una publicación neoliberal y de derecha, pues con más razón a partir de hoy.

¿Otro complot para descalificar al Gobierno?

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El Gobierno español respondió a la ocurrencia del Presidente mexicano de “pausar’’ las relaciones entre ambos países como era esperado.

No hubo berrinche del Gobierno español, pero sí extrañeza por las declaraciones del presidente López Obrador, pues el país ibérico es el segundo inversionista en México, después de Estados Unidos.

Lo que pidió el Gobierno peninsular es que el trato fuera de respeto pues lo que está en juego son las inversiones españolas que representan 70,000 millones de euros y las mexicanas en aquel país, que suman 25,000 millones de euros.

Si esas cantidades no sirven para dimensionar la importancia de mantener relaciones diplomáticas sanas, nada podrá hacerlo.

 

LEG