El presidente Andrés Manuel López Obrador exige una respuesta a Estados Unidos sobre el financiamiento a grupos opositores a su Gobierno.
Lo primero que le falta al Gobierno de López Obrador es prestar más atención a los mensajes que todo el tiempo le hace llegar el Gobierno de los Estados Unidos.
Y le contestan de todo, desde los más suavecitos y diplomáticos mensajes del Gobierno de Joe Biden, hasta los más concisos y menos cordiales de no pocos legisladores demócratas y republicanos.
A la 4T sí le responden desde Estados Unidos y cada vez con mayor frecuencia y también con más contundencia.
También le contestan desde España, desde Bolivia, desde Perú, desde Panamá y desde cualquier otro enemigo ocasional que se inventen en las mañaneras para tratar de desviar la atención de todo aquello que no pueden explicar y que ha desarticulado ese supuesto manto de honestidad y pobreza franciscana que presumía este régimen.
Si el Gobierno de México no quiere escuchar lo que le responden por el mal manejo de la pandemia, por el intento de afectar las inversiones extranjeras en diversos sectores, por lo contaminante de su contrarreforma energética, si se tapan los oídos ante los señalamientos por la violencia que hay en contra de los periodistas y muchas cosas más, que no se sorprenda cuando esos reclamos vengan acompañados de acciones menos amigables, como sanciones económicas.
Ahora, si lo que quiere López Obrador es decirle al Gobierno de los Estados Unidos cómo debe gastar su dinero, a quiénes tienen que apoyar y a quiénes no, puede la 4T llevarse una respuesta no tan suavecita por parte del Gobierno del vecino del norte.
Claro que nada desearía más la 4T que lograr que Estados Unidos le compre un pleito político-diplomático ahora que tanta falta le hace a este Gobierno jalar los reflectores muy lejos de la casa gris de Houston.
Debe ser el sueño dorado de un régimen populista que Estados Unidos se enganche en un pleito, porque eso puede volver a cohesionar a sus bases que hoy viven en el desencanto. No hay discurso más anhelado para este tipo de regímenes que aquel de enfrentarse al “imperialismo yanki”.
Pero la 4T tendrá que esperar su turno. La antesala de la guerra en Ucrania no deja tiempo a La Casa Blanca para abrir un frente al sur de sus fronteras.
Pero, incluso teniendo tiempo, el Gobierno de Joe Biden no podría tomar en serio el reclamo de López Obrador en el que le dicta cómo tiene que gastar los recursos que los Estados Unidos destinan a las organizaciones no gubernamentales.
La 4T no duda en llamar intervencionistas y violadores de la soberanía mexicana a las instituciones estadounidenses, todo en un afán de obtener una respuesta con ese mismo nivel de agresividad que les sirva para hacerse los ofendidos, en estos momentos de crisis de credibilidad ante sus feligreses.
Escoger a Estados Unidos como chivo expiatorio para la crisis de credibilidad que enfrenta el régimen de López Obrador es una apuesta que puede resultarle muy cara a su Gobierno y al país.
@campossuarez