Julio Patán
No tardó Joe Biden dos minutos en referirse solidariamente a Ucrania, en un contexto de peso: el Estado de la Unión, que viene a ser lo que nuestro informe presidencial, salvo que allá es es una vez al año, no diario.
A muchos les pareció insuficiente, pero las palabras contra Putin fueron rudas, la ovación a la embajadora ucraniana francamente conmovedora y, sobre todo, cosa rara, el ambiente hablaba de cierto acuerdo entre republicanos y demócratas, unidos en la necesidad de condenar una invasión infame. Lo que nos recuerda que no es que Putin goce de pocas simpatías en Estados Unidos, sino que esas simpatías provienen de lo que, en una traducción feita, llamamos la “periferia lunática”.
La noticia es que los mexicanos, si no pertenecemos ya a la periferia lunática, estamos a nada de hacerlo. En los días anteriores a la comparecencia de Biden, la OTAN volvió a dejar claro que la resistencia ucraniana cuenta con su apoyo, Japón y Corea del Sur se sumaron a las sanciones, Canadá aumentó las propias, Rusia quedó fuera de cualquier encuentro deportivo, Apple se retiró de ese país y Boeing le entró al bloqueo. Sobre todo, la Unión Europea se plantó: abrió las puertas a Ucrania y encabeza una buena parte de las iniciativas para estrangular económicamente a Putin.
¿Y nosotros? Bueno, parecía que la librábamos. Al pronunciamiento inicial, de una blandenguería y una ambigüedad de veras bochornosas, siguió una condena en firme. Pero no. El Presidente, de ahí pal ́real, se ha mantenido en un registro que va del concurso de belleza, tipo “lo que más deseo es la paz en el mundo y que se acabe la pobreza” (incluidas iniciativas como decirle a la ONU que prohíba las invasiones), a medidas bien concretas y bien indignas, como descartar cualquier sanción contra Rusia.
El mismo día que Andrés Manuelóvich anunciaba que nos poníamos, en lo concreto, oootra vez del lado del tirano, Josep Borrell, representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, decía: “Nadie puede mirar de lado cuando un agresor poderoso agrede sin justificación alguna a un vecino mucho más débil; nadie puede invocar la resolución pacífica de los conflictos; nadie puede poner en pie de igualdad al agredido y al agresor, y nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado”. No nos lo dijo a nosotros, pero sí.
Un oso, pues. Así que va de nuevo. Señor Presidente, usted asegura que la mejor política exterior es la política interior. Aténgase, por favor, a ese principio.
@juliopatan09