Rusia invadió Ucrania bajo las órdenes de Vladimir Putin. Un hecho inescapable. Ha sido puesto en el radar mundial, sobre todo porque los pormenores de ese conflicto pueden detonar repercusiones alarmantes, entre ellas el inicio de una Tercera Guerra Mundial.

Sin embargo, como en cualquier asunto bélico, existen culpables y víctimas. No porque algo dicte un Presidente quiere decir que todo su pueblo está de acuerdo y que toda la gente merece el mismo tipo de castigo.

Muchos servicios han sido cortados de Rusia, tales como el uso de aplicaciones de teléfono para realizar pagos, como Apple Pay, o manufactureras de autos cerrando sus exportaciones, como BMW y Ford, entre muchas otras restricciones para el Gobierno ruso.

En cuanto a las sanciones de entretenimiento se refiere, están las ventanas cinematográficas. The Batman, el gran estreno del mes (4 de marzo), en donde se verá a Robert Pattinson como el clásico antihéroe, acaba de ser prohibida para su exhibición en dicho país; así como varios estrenos dentro del calendario de Disney—entre los cuales se encontraba la nueva propuesta de Pixar, Turning Red—y la otra carta fuerte de Sony, Morbius, protagonizada por Jared Leto.

Todas estas medidas tienen la intención de castigar a Putin por su invasión a Ucrania, como una forma de presión para el cese al fuego. No obstante, muchas de las personas en ese país están en contra del conflicto, y son víctimas de cortes brutales en su forma de vivir, así como sus puertas de acceso al arte.

Estas propuestas comerciales pueden considerarse con un valor al consumidor o no, pero un país sin acceso al arte es un país sin puertas para la imaginación, la creatividad y el espíritu.

El arte es una herramienta poderosa de cambio, protesta o simplemente un escape de la sombría realidad. Si se quiere ver ejemplos del caos que se puede desatar a raíz de esto, podemos leer casos como 1984 de George Orwell o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, novelas de ciencia ficción en donde se ve cómo la falta de opciones culturales no solo provoca una miseria educativa, sino también una angustia emocional excesiva. Se nos resta la individualidad como personas y se nos reduce a máquinas, al servicio de los titiriteros que controlan nuestras acciones.

Para acercarnos más al plano histórico, Hitler sabía el poder de los medios la propaganda para manipular a las masas, y por eso prohibía la exhibición de cualquier forma de expresión contradictoria con la filosofía Nazi.

Quizá las sanciones contra los ciudadanos rusos no hayan llegado aún al extremo de total freno cultural, pero privar a las personas de cualquier tipo de liberación puede tener consecuencias extremas para su salud emocional.

Muchas personas están siendo castigadas por las acciones de su Presidente. Si las injusticias continúan, solo habrá más pobreza en todo sentido para quienes no la deben ni la temen en esta guerra. 

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