Chalco, Mex.- José Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación,  viajaba en uno de los asientos disponibles del helicóptero Superpuma del Estado Mayor Presidencial.  Eran pasadas las 8 de la mañana y había revisado la síntesis informativa del día, la tenía a la mano. Iba a una reunión a Cuernavaca.

 

El helicóptero era capaz de llevar 14 personas, incluyendo tripulación, pero ese viernes 11 de noviembre sólo iban ocho.

 

La neblina entorpecía la vista, el piloto buscó una ruta alterna  y bajó la altura; entró, presumen, a un banco de nubes. Calculan que las nubes estaban a 2 mil pies de altura, es decir, rozaban ya el cerro. Eran densas, estratificadas es el tecnicismo, y no se veía nada.

 

El impacto con el piso fue inminente. No hubo tiempo para bajar el tren de aterrizaje, no era la intención. Seguramente tampoco disminuyó la velocidad, vio de frente el cerro Ayaqueme, ubicado a 9 mil metros sobre el nivel del mar, y se impactó.

 

“Si hubieran volado 200 pies más alto (70 metros), la hubieran librado”, dice uno de quienes forman el equipo de Aeronáutica Civil.

 

No se sabe si el piloto alcanzó a ver con qué chocó. Rozó dos árboles bajos y tocó piso. La nave se rompió, las piezas esparcidas en 150 metros lineales son ahora la clave para entender qué pasó.

 

El helicóptero iba a una velocidad de entre 200 y 250 kilómetros por hora cuando chocó. Lo que tardó en detenerse y, literalmente, deshacerse debió ser apenas en un par de segundos.

 

Los árboles por los que pasó están “rebanados”, y algunas de sus hojas pintadas con parte del fuselaje, pero se necesita un buen ojo para distinguir el detalle. Bien podría pasar desapercibido.

 

El helicóptero siguió unos 20 metros más y se impactó la cola. Parte de ésta se dobló y provocó el desprendimiento del resto de la nave. Aproximadamente 100 metros más adelante está la cabina; en medio, pedazos de puertas, asientos, incluso, en uno que otro árbol, franelas que seguramente utilizaban los empleados de mantenimiento para limpiar el interior.

 

Los asientos de pasajeros quedaron aún más adelante, salieron volando y cayeron unos metros a la izquierda, totalmente destrozados. Junto a éstos vuelan un par de hojas, son fotocopias de la síntesis informativa de ese día. Las primeras planas de los diarios.

 

 

¿Qué fue lo que pasó?

Los helicópteros van equipados con GPWS, éste debe indicar cuando están cerca del suelo, pero una nave de este tipo va cerca del suelo con mucha frecuencia, explican.  Además, sí había indicadores en los aparatos de medición del helicóptero que alertaran cuando se detecta un obstáculo cerca.

 

¿Por qué no funcionó? ¿Por qué el piloto no vio el cerro hasta que fue inevitable evadirlo? Eso es lo que están investigando cuatro equipos de peritos, de Aeronáutica Civil de México; de la National Transportation Safty Board de Estados Unidos, de la oficina encargada de la investigación de accidentes e incidentes de aviación civil en Francia y de la propia empresa fabricante, Eurocopter.

 

El recorrido que hace 24 HORAS es detallado, paso a paso, con el secretario de Comunicaciones y Transportes, Dionisio Pérez Jácome; el director general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, Gilberto López Meyer; el director general adjunto de Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano, Rodolfo Olivares Castro, y Felipe Duarte, subsecretario de Transporte.

 

Muestran la puerta de la cabina de piloto, doblada de abajo para arriba, “eso comprueba cómo fue el impacto”, el eje de la cola que se rompió, una de las hélices tan doblada y maltrecha que parece el arco de una ciudad abandonada.

 

Una voz en inglés interrumpió la explicación “One, two, three”, un balanceo, otro, tres, cuatro, y finalmente la cabina del helicóptero cedió; entre una decena de personas lograron voltearla. Huele a turbosina, uno de los tanques aún estaba lleno y al voltear los restos se desparramaron un par de litros.

 

Pese a que tenía varios tanques de combustible, la nave nunca explotó, seguramente –explican- por la condiciones de humedad y baja temperatura.

 

Es la primera vez que alteran la zona del accidente, ya están en la última etapa de investigación de campo y en dos o tres días más empezarán a retirar todos los restos, etiquetados y protegidos, porque aún faltan las siguientes etapas de reconocimiento.

 

La teoría de que se trató de un accidente se fortalece. Lo recabado hasta ahora parece indicarlo así. Pero aún hay preguntas que no han podido contestarse.