Para garantizar que nadie hace trampa en los Juegos Paralímpicos, las autoridades no sólo harán controles en busca de sustancias prohibidas sino que tratarán de prevenir un recurso denominado boosting, en el que los atletas en sillas de ruedas hacen cosas como romperse un dedo para producir un aumento en la presión sanguínea y una mejoría en su rendimiento.
En los atletas sin discapacidades, el intenso ejercicio físico automáticamente aumenta el ritmo de los latidos del corazón y la presión sanguínea. Pero las personas en sillas de ruedas no tienen esa opción.
Para generar un aumento en la presión sanguínea pueden recurrir a otra solución: inducir lo que se conoce como un estado de disrreflejo. Se denomina así a un reflejo que se produce cuando la parte baja del cuerpo es sometida a estímulos dolorosos.
Este recurso puede generar paros cardíacos y derrames cerebrales, pero los atletas en sillas de ruedas no lo toman en cuenta.
“Es algo muy extremo y tenemos que recordarles a los atletas que es muy peligroso”, expresó Craig Spence, vocero del Comité Paralímpico Internacional.
El CPI prohibió la práctica en el 2004 y dice que no hay pruebas de que sea algo común.
En total un centenar de atletas paralímpicos podrían beneficiarse de esa práctica en Londres.
“Al final de cuentas, sólo un puñado de atletas podían causarse ellos mismos lesiones” para mejorar su desempeño, dijo Spence.
Agregó que a esos atletas se los observará antes de las pruebas y que si se les detecta una presión sanguínea alta se dejarán pasar diez minutos y se les hará un nuevo control. Si ese segundo control registra los mismos resultados, se les impedirá competir por razones de salud.
Dijo que esta práctica no equivale al dopaje, pero que de todos modos no se permitirá competir a un atleta con alta presión sanguínea si no tiene un certificado médico.