En la ciudad el sol golpea fuerte. La ola térmica ha provocado picos en los que el termómetro alcanza o supera los 30 grados centígrados. No obstante, los vendedores de raspados y refrescos preparados se quejan por la sequía de clientes.
Desde temprano, Gloria y Paula preparan lo necesario para recorrer los alrededores del Monumento a la Revolución, en la alcaldía Cuauhtémoc, en su triciclo armado con un bloque de hielo y varias botellas de jarabes caseros: tamarindo, grosella, piña, limón o rompope. Son algunos de los sabores de raspados que ofrecen al público que camina acalorado bajo el sol de media tarde.
Te podría interesar: Dictan prisión preventiva para las tres mujeres que agredieron a una automovilista
Sin embargo, a pesar de la variedad de frescos sabores que podrían hacer frente a las altas temperaturas, las vendedoras advierten que no se registra un incremento en sus ventas. “Todo se fregó desde la pandemia”, acusa Gloria, quien achaca parte de los bajos ingresos a la emergencia sanitaria causada por el Covid-19.
La propagación de cafeterías y tiendas de conveniencia en los alrededores del lugar también hacen mella en el negocio de estas mujeres. “Hacer cada jarabe demora hasta una hora. Esos productos nunca van a saber igual que los nuestros, aquí les ponemos empeño y dedicación”, aclara Paula.
Ella explica el proceso que conlleva su oficio: desde la elaboración de los jarabes naturales, el hacerse del bloque grande de hielo, hasta el famoso cepillado a mano que le da la textura característica al raspado.
“Cuando inicié, sólo habíamos cuatro vendedores y salíamos en unos carritos de madera que se volteaban bien fácil. Luego nos modernizamos y tuvimos el triciclo”, rememora Paula mientras, hacia sus adentros, parece notar una similitud con la disminución actual de compañeros en el gremio.
Con más de 25 años en el negocio, ambas vendedoras han visto tiempos buenos y tiempos malos. “Antes nos acabábamos una barra grande hielo, ahora ni la mitad”, afirman entre risas nerviosas.
Así, para compensar la falta de venta de raspados, en su triciclo han incluido la venta de refrescos preparados, frituras, papas fritas y cigarros.
“De las bebidas lo que más se vende son los raspados, ¿pero cuántos has visto que despache en este rato?”, cuestiona Gloria para resaltar la poca afluencia de clientes.
A pesar de esto, ellas -día a día- tratan de poner en alto esta bebida artesanal que les ha permitido subsistir tantos años y aunque le tengan tanto aprecio, hay veces como hoy que les parece cansado. “Por eso vengo con mis pasitos, quiero vender mucho, pero no hay nada. Ya es agotador”, lamenta Paula.
Te podría interesar: Arranca la estrategia Constructores de Paz, reclutaran 15 mil jóvenes para JCF
No obstante, estas mujeres afirman que mientras puedan seguirán asistiendo desde las 11:00 hasta las 18:00 horas o “hasta morir”, como ellas lo describen, para seguir ofreciendo este pequeño oasis que cabe en un vaso a quienes se acerquen acalorados.
Gloria y Paula aprovechan el momento para invitar a todos a probar sus más de 10 sabores si es que están de paseo por el Monumento a la Revolución, en la esquinas de Ponciano Arriaga y Avenida de la República, para disfrutar el momento y no dejar morir a esta refrescante tradición.
OH