En la etapa final de su gira por Centroamérica y el Caribe, el presidente López Obrador aterrizó en La Habana el sábado por la noche. El mandatario fue recibido por su homólogo cubano, Díaz-Canel, en el Palacio de la Revolución; ambos suscribieron acuerdos de cooperación en materia de salud. Dicha visita se inserta en el marco de una crisis migratoria, donde diariamente miles de personas transitan por nuestro país para llegar a Estados Unidos. Según la oficina de Aduanas de EU, desde octubre de 2021 hasta marzo de 2022, más de 78 mil cubanos han ingresado a territorio norteamericano por la frontera norte.
Derivado de la necesidad de promover una mayor integración en la región, el presidente de la República ha insistido en que todas las naciones del hemisferio participen en la novena Cumbre de las Américas que se llevará a cabo el próximo mes en Los Ángeles, de la cual han sido excluidos Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Ahora bien, es importante rescatar la dimensión simbólica detrás del encuentro entre López Obrador y Díaz-Canel, debido a que el próximo 20 de mayo se cumplen 120 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Cuba. Hay numerosos componentes que nos anclan a una nación con la otra. Se trata de una relación bilateral compleja en vías de reconstruir su confianza.
La historia colonial entre México y Cuba destaca por sus elementos en común; es posible encontrar ideas y esfuerzos compartidos tanto en nuestros libertadores como en los suyos. En el contexto de la revolución cubana, Fidel y Raúl Castro se refugiaron en México para orquestar sus acciones en contra del régimen de Fulgencio Batista; con el triunfo en 1959 se reforzaron nuestras relaciones diplomáticas. Sin embargo, a principios de la década de los 60, todos los países de la OEA votaron una resolución que excluyó a la isla del sistema interamericano —ésto irremediablemente trajo consigo un proceso de distanciamiento pese a que México se rehusó a romper sus vínculos con dicha nación—.
No fue sino hasta 2013 que México se planteó reactivar el diálogo con Cuba y darle un nuevo impulso. A diferencia de otros países, es preciso señalar que México ha jugado un rol sumamente acotado en este tipo de coyunturas, en virtud de su relación cercana y permanente con Estados Unidos.
Nuestros lazos profundos con Cuba contrastan con una relación comercial poco dinámica; baste mencionar que, en 2020, Cuba fue para México el 43° en exportaciones, el 103° en importaciones y el 64° en comercio total. No obstante, México fue el tercer socio comercial de Cuba, en términos de importaciones a la isla, después de España y China. Además de que Cuba es un epicentro de penetración cultural y de idiosincrasia.
Si México se propone consolidar su liderazgo a nivel regional, deberá comenzar por revalorizar la amistad histórica y entrañable que ha entablado con Cuba, al igual que situarla como un tema clave en su agenda de política exterior.
¿O será otra de las cosas que no hacemos?
Consultor y profesor universitario
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