Aún no sacamos de nuestras retinas la conquista de la medalla de bronce en el certamen olímpico de futbol en Tokio (agosto del año pasado) y ya estamos viendo a otra selección mexicana disputar su pase a los siguientes Juegos.
Parece absurdo, sin duda, aunque es resultado de dos circunstancias: por un lado, que a causa de la pandemia se pospuso un año el evento en la capital japonesa; por otro, que la Concacaf pretendió (sólo eso) acercarse al esquema europeo preolímpico.
¿A qué me refiero con eso segundo? A que la UEFA tiene la costumbre de efectuar un año antes de los Olímpicos su torneo continental sub-21, mismo que otorga las plazas para los siguientes Juegos.
Sin embargo, burda como suele ser, la Concacaf llevó al extremo esa visión y decidió adelantar dos años el clasificatorio. Así que quienes en los próximos días logren meterse a París, tendrán todavía un largo bienio de espera hasta la inauguración.
Tan distinto, antes de que la pandemia alterara todo, el camino a Tokio se programó inicialmente a tres meses de la apertura. Un cambio radical. De 90 días de antelación a más de 700.
Esto abre una notable problemática. No hay certeza de que quien esté en buen nivel hoy se mantenga así dentro de dos largos años, máxime tratándose de veinteañeros. Por si faltara, quienes califiquen habrán de ingeniárselas en el año olímpico para tomar rodaje, conjunción, integración, ritmo de juego, algo que la eliminatoria suele aportar.
Si de por sí en varios procesos clasificatorios fue determinante algún futbolista que no terminó por ser convocado a los Olímpicos (pienso en Alan Pulido para Londres 2012), tratemos de imaginar en este extremo. No sería raro que buena parte de quienes conquisten el boleto sean marginados de los Juegos, como equipo de segunda división que celebra por todo lo alto un ascenso aun a consciencia de que muchos de ellos serán baja del plantel.
Eso no tiene por qué afectar al director técnico, Luis Ernesto Pérez, uno de esos personajes que desde que jugaba ya apuntaba a ser gran entrenador una vez retirado. Inteligente, visionario, líder, articulado, coherente, conocí al propio Luis cuando era capitán de la selección sub17. Desde entonces siguió un gran camino hasta retirarse en 2016.
En una competición kilométrica, válida para conquistar tanto las plazas olímpicas como las del Mundial sub-21 a disputarse en Indonesia en 2023, al Tri no le sirve nada menos que ser finalista.
Ante rivales muy menores, la fase de grupos va siendo superada con autoridad y goleadas. Después asoma Puerto Rico en octavos de final. Eventualmente, en cuartos de final vendría el primer escollo, acaso el muy creciente Canadá, para, si todo va saliendo bien, pelear en semifinales por todo ante un rival que podría ser Panamá, El Salvador o Jamaica. Del otro lado del cuadro quedarán Estados Unidos, Costa Rica y el anfitrión Honduras.
Una cosa es analizar el absurdo de tan adelantado certamen. Otra, asumir que eso no cambia la obligación: obtener los boletos a París e Indonesia.
Twitter/albertolati