El pasado sábado falleció, a los 100 años, el expresidente Luis Echeverría Álvarez (LEA). Con él se terminó la disciplina partidista y la lealtad al Presidente en turno. Secretario de Gobernación durante el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, fue su auténtico Fouché. Ambos son responsables, junto con Marcelino García Barragán, del asalto y matanza de Tlatelolco.

LEA debilitó, hasta el extremo, a Díaz Ordaz y manipuló todos los hilos del poder hasta convertirse en presidente de México (1970-1976). El país padecería el populismo como nunca se había conocido: la represión, la descalificación desde el poder, la mordaza a los medios de comunicación, la polarización social y el empobrecimiento general marcaron su gestión.

El país enfrentó con Echeverría Álvarez uno de los periodos presidenciales más negativos y oscuros de nuestra historia contemporánea. Vivimos después épocas muy convulsas y con pésimos gobiernos, pero casi nadie imaginó que volveríamos a ver un paralelismo tan agudo con el del Gobierno de LEA, con el presidente López Obrador.

Con LEA se inauguró en México la época de los líderes carismáticos caóticos. Termina el liderazgo del partido e inicia el liderazgo mesiánico. AMLO no sólo sigue ese camino, lo perfecciona. Una vez que consigue superar -y casi eliminar- el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas, toma por asalto al PRD, pero no le bastó con un partido político, eso le quedaba pequeño, necesitó un movimiento. Nació Morena. El totalitarismo toca a nuestra puerta.

Llegan con Echeverría Álvarez los discursos interminables, machacones, el aplastamiento verbal y visual. Surge el líder absoluto.

López Obrador va más allá, es mucho más eficiente. Tiene pocas ideas, pero le sobran enemigos. ¡AMLO ha hablado en Mañaneras el equivalente, al menos, a 182 días continuos de ataques y descalificaciones!

Con LEA se impusieron los señalamientos, los insultos y las amenazas a los medios: ¡Jóvenes fascistas, al servicio de la CIA!, les espetó a los estudiantes en su visita a la UNAM. El sionismo judío es equivalente al apartheid, le escupió a la comunidad judía. En su intolerancia a la crítica, no cesó en su ataque contra el diario Excélsior, hasta lograr la expulsión de Julio Scherer García.

AMLO ha continuado en esa misma línea de ataques: a la UNAM, a la comunidad judía, a la que señaló de tener un pensamiento hitleriano por oponerse a su movimiento. Sigue en su guerra interminable contra los medios que se oponen al dogma de la 4T dictado desde el púlpito de La Mañanera.

Luis Echeverría, quien era visto con reservas por el Ejército mexicano, conquistó al general Marcelino García Barragán, se entendieron, y fue el Presidente que más benefició al Ejército. Hasta que llegó AMLO.

López Obrador ha sido especialmente cuidadoso y “generoso” con las fuerzas armadas, no alcanzaría esta columna para describir el alcance y las tareas asignadas al Ejército y a la Marina. Urge restituir su reputación, si no, nos arrepentiremos todos. Ellos, los primeros.

LEA destruyó -literalmente- la economía nacional, vimos borrado el patrimonio de millones de mexicanos en su Gobierno. Con él llegó la recesión y la inflación descontrolada. Tomó 12 años corregir su locura.

AMLO, se encamina empecinadamente por la misma vía de erosión de las cadenas productivas, la pérdida progresiva de la confianza en México y que ya estamos en estanflación. El daño será muy grave y duradero.

En su obsesión por la historia, Luis Echeverría perdió a México y se perdió a sí mismo. Si AMLO sigue sus pasos, compartirá también su destino: la infamia.

@Pancho_Graue

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