El panorama educativo para las mujeres indígenas mexicanas es poco favorable, pues del total de esta población, menos de la mitad termina la educación básica y únicamente el 1% de ellas culminan estudios de posgrado.
De acuerdo con Viridiana Ríos, Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard, de las 6 millones de mujeres que se identifican como indígenas en México, sólo el 47% logra terminar la educación básica, cifra que se encuentra por debajo del 65% de la población en general.
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De ellas, tan sólo el 20% logra acabar una licenciatura, es decir, el equivalente a dos terceras partes del porcentaje general. Al llegar al nivel de doctorado, el porcentaje entre las mujeres indígenas cae dramáticamente a un 1%.
Este fenómeno se llama embudo educativo, en el que “tenemos una gran cantidad de personas que pueden tener estudios de posgrado y termina siendo un grupo ínfimamente pequeño el que realmente logra tomar esta oportunidad”, explicó Ríos. Y aunque afecta a toda la población, el problema se agudiza entre las personas indígenas y aún más en las mujeres.
Bajo este contexto, el caso de Perfecta Cabrera y Marisol Gutiérrez, habitantes del estado de Hidalgo con ascendencia otomí, resulta excepcional, pues resultaron ganadoras de la beca Mujeres Con Ciencia, otorgada por la empresa de ciencia y tecnología Merck, en colaboración con el Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación de Hidalgo (CITNOVA).
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El programa le permitirá a Cabrera, maestra en Ciencias biomédicas y de salud, y a Gutiérrez, doctora en Ciencias en biodiversidad y conservación, realizar estudios de posgrado en Alemania, pues consta de aproximadamente 17 mil euros para financiar la estancia en la institución que las académicas elijan, por un periodo de dos a tres meses.
Durante la ceremonia de premiación, llevada a cabo este jueves, Cristian Von Schulz, director general de Merck, aseveró que “en varios países de Latinoamérica se repite este mismo patrón global, en el que la historia de la educación es una para los hombres y otra bastante distinta para las mujeres”, pero con un agravante, que es el origen étnico.
Al respecto, Perfecta Cabrera relató: “Mi mamá habla otomí. Sin embargo, por cuestiones de discriminación, quienes somos hijos no podemos continuar con esta lengua (…). Mis papás optaron por limitar un poco la enseñanza de la lengua indígena para que yo no sufriera, porque en ese tiempo, donde iba a la primaria, era muy común que se burlaran de nosotros”.