Desde que la prima de riesgo rebasó los 500 puntos y Rajoy anunciara que en el IVA, el Estado encontrará el alivio de la crisis (subió a 21%, el más elevado porcentaje en el interior de la Unión Europea), España no había recibido malas noticias. El nuevo impuesto emocional que Cristiano Ronaldo les comenzó a cobrar a los seguidores del Real Madrid desde el sábado pasado (aunque de manera oficial lo comunicó él mismo el domingo) es el de la tristeza. Berlusconi conoce del tema. Nos hizo saber que el poder no es suficiente para revolucionar su sistema anímico. Su única medicina efectiva en disiparle su tristeza son las mujeres. Y si se puede hacer show, mejor. De ahí su fascinación por las velinas, capacitadas para subir el rating de los peores programas de televisión.
Por otra parte, Sarkozy (antes de convertirse en presidente) le confesó a la dramaturga Yasmina Reza que, en ocasiones, el poder no le proporciona motivación. El día que la canciller alemana, Angela Merkel lo visitó en París para negociar algún tratado europeo, el presidente francés comenzó a desdibujarse hasta que se convirtió en la burla para los franceses que lo veían sin autoridad frente a Alemania. Sí, Angela Merkel, de quien Berlusconi se expresó como la del “culazo mantecoso intocable”.
Así comprendimos el paseo de Sarkozy a Eurodisney del brazo de su entonces prometida, Carla Bruni, y también entendimos que Merkel viajó pocas veces a Roma para reunirse con Berlusconi.
A través de la tristeza se manifiesta la melancolía, esencia del alma humana. Cristiano Ronaldo es humano. Es la mejor noticia de toda la telenovela.
Cada doce meses, Ronaldo ingresa a un cajero automático de Santander en Madrid y observa, en la pantalla, la cifra que el club le deposita: 10 millones de euros (180 millones de pesos), es decir, cada hora recibe casi 21 mil pesos. Todo es relativo, Florentino Pérez, el jefe de Ronaldo, amortiza anualmente 15 millones de euros, es decir, la nómina que vincula al número de cuenta en el banco Santander no le representa un costo al equipo.
La tristeza de Ronaldo no está directamente relacionada con los 10 millones de euros que le paga el Real Madrid. Empresas como Coca Cola y el Banco Espíritu Santo le doblan la cifra, lo que al día de hoy, si Ronaldo se metiera al cajero automático de Santander en la Gran Vía, se percataría que su cuenta rebasa los 100 millones de euros (mil 800 millones de pesos), así que no insistamos en que el dinero es su problema. La tristeza de Ronaldo comenzó la noche en que se reunió con Paris Hilton en el bar My House en París. Cristiano llamó al mesero y le pidió una botella Belle Epoque de Perrier-Jouet, y así conoció la felicidad. Paris, Ronaldo y una botella de champaña.
Hilton fue el arquetipo del maniquí transmoderno, es decir, con Paris Hilton el deseo se convirtió en una palabra polisémica: ansias de rechazar la realidad; coraje por el determinismo social; cirugía del marketing; mundo de marcas; hedonismo virtual; filosofía antrera; banalidad con sentido entre un millón de significados más.
Las revistas del merengue social se rindieron a los pies de Hilton.
Ronaldo fincó su esperanza en convertirse en el Paris Hilton metrosexual. Por esa razón acudió a My House con la esperanza de encontrarse a Blanca Nieves; después de abrir los ojos, a la mañana siguiente, sintió que la tristeza le comenzaba a cobrar una factura muy superior a la que pagó en el bar. Ronaldo no podía cambiar el gimnasio por los bares. Se percató que los rendimientos marginales de los contratos publicitarios están estrechamente relacionados con su físico y al físico hay que cultivarlo; entendió que él no era como Romario, esa figura del Barcelona que vivió en Sitges para estar más cerca de los bares que del Camp Nou. La única condición que impuso Romario, para jugar bien, fue que lo dejaran tranquilo en los bares.
Pocos como él.
Después de que la hermana de Ronaldo observara las fotos, en el tabloide The Sun, lo llamó para acordar una reunión de carácter urgente. Ocurrió tres días después en Portugal, en una mansión del futbolista enclavada al norte del país, en el parque natural de Pereda-Gueres. Allí, en un terreno inaccesible, con helipuerto y un garaje de 65 metros cuadrados, lo sentó y lo regaño. Esa vida transmoderna no era la indicada para él. Le recordó aquello de los rendimientos marginales decrecientes, y al jugador se le escaparon algunas lágrimas. Cristiano es humano. Nunca más se entregaría al modelo de vida de Paris Hilton porque el propio Cristiano es un modelo de vida.
“Me envidian por ser rico, guapo y buen futbolista”. Fueron las palabras de Cristiano Ronaldo asediado por él mismo. Por el ego incontrolable. Por la salvaje virtud de creerse el mejor del mundo. De ahí que el fin de semana pasado le haya hablado a la secretaria de Florentino Pérez para solicitar una reunión.
Al verlo, Florentino lo felicitó por el gran partido de la Súper Copa en Madrid. Pero Ronaldo no estaba para recibir felicitaciones. Acudió al despacho de Florentino para quejarse de que, a diferencia de Messi en el Barcelona, a él no lo consienten en el equipo. Le leyó una lista de acontecimientos trágicos para su ego: liderazgo de Casillas, insurrección portuguesa en el interior del equipo bajo el nombre de Marcelo, demasiado amor de Sandro Rosell (presidente del Barcelona) a Messi, el Osama bin Laden de Ronaldo. Algo más, no soporta que Eto’o se haya convertido en un petro jugador que recibe anualmente el doble de dinero que él, en un equipo que nadie conoce. Demasiado dijo Florentino.
Así iniciaba el septiembre madrileño. Todos conocemos la tristeza de Ronaldo y tememos que se convierta en una pandemia. Así que lo mejor es recapacitar y encender veladoras para que a Cristiano lo abandone el mal de la nostalgia.
No pasaron dos días de que detonara el caso de naturaleza pandémica, cuando el petrodueño del Manchester City, el jeque Khaldoon Al Mubarack, lanzara la cifra de una nueva puja por el triste Cristiano: 120 millones de euros, incluyendo su tristeza. La negociación se hará en once meses. Pero no insistamos. Ya supimos que el mal de Ronaldo no se relaciona directamente a su cuenta bancaria. Así que su representante, sin solicitar audiencia con la consejera personal de Ronaldo, su hermana, le obligó a pronunciarse el miércoles a través de un comunicado. Tranquilos. La afición madrileña debe de saber que Ronaldo seguirá siendo como es: soberbio, presumido y niño.
El asunto ya lo sabe Mariano Rajoy. El día de hoy, como lo hace todos los viernes, se reunirá con su gabinete y tendrá que compaginar a la prima de riesgo con la tristeza de Ronaldo. España no está para otra crisis más. Los expertos en la materia ya han le han escrito algunas tarjetas a Rajoy para que conozca los escenarios que vendrán si el mal de Ronaldo se convierte en pandemia.
El primero de ellos es que la liga de futbol española, en menos de tres años, caerá por debajo de la inglesa, la italiana y la alemana. Ya venía sucediendo a partir de la crisis hipotecaria, el crecimiento de los mileuristas y la masificación de los desempleados. Ahora, con la tristeza de Ronaldo, la caída será súbita.
El futbol es la última medicina eficiente frente a la crisis económica. Así que el mal de Ronaldo se puede convertir en crisis nacional. Los negociadores de Rajoy tendrán que hablar con la hermana del futbolista y con el rey Juan Carlos para convencerlos que lo que realmente desea Ronaldo es convertirse en monarca. La tristeza del rey Juan Carlos y la reina doña Sofía solo será disipada si la figura de Cristiano, y su novia Irina Shayk, llegan al Palacio de la Zarzuela. En ese momento, el PIB español levantará.
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