En Palacio Nacional se deshoja la margarita: vacila el presidente de la República, entre darle la oportunidad al PRI de ser un tapete o que todos presenciemos el funeral.
Andrés Manuel López Obrador en los setentas ocupó varios cargos en su natal Tabasco, que gobernaba el PRI, y militó en ese partido que hoy puede desaparecer. Es más, dormía en la Ciudad de México (antes, Distrito Federal) en la Casa del Estudiante Tabasqueño, que financiaba el gobernador Mario Trujillo García, por gestiones del poeta Carlos Pellicer.
El titular del Ejecutivo federal trabajó en la campaña del escritor y museólogo para llevarlo al Senado de la República. Así es, pegaba propaganda del tricolor y persuadía a sus paisanos para que votaran por el partido, que ahora tiene ahorcado.
Fue director de Estudios Sectoriales de la Secretaría de Promoción de Tabasco e impartió cursos de pedagogía en la Universidad Juárez Autónoma; estuvo al frente del Centro Coordinador Indigenista Chontal de Nacajuca y el gobernador Rovirosa Wade lo nombró como delegado estatal del Instituto Nacional Indigenista. Ahí cobró cinco años.
Por si fuera pasajera su estancia en el tricolor, fue titular del Centro de Estudios Políticos y Económicos del Comité del PRI estatal.
¿Le parece poco? En 1983 presidió el PRI en su entidad, hasta que renunció por la grilla interna. Desde ahí lo empezaron a señalar de comunista.
En 1984, en la capital mexicana, trabajó para la Profeco. Es decir, toda una vida en el PRI, hasta que en 1988 se unió a la Corriente Democrática, que se opuso al dedazo que beneficiaba a Salinas de Gortari.
Desde ese momento hasta nuestros días ha señalado al Revolucionario Institucional como el instalador del neoliberalismo y el culpable de todos los males.
Y no únicamente lo pronunció en discursos, sino que primero en el PRD y después en Morena, le fue ganando al histórico PRI posiciones fundamentales. En 2018, les arrebató la presidencia de la República.
¿Qué queda del PRI? Tres gubernaturas, una mini bancada en el Senado muy dividida, y una mini bancada en la Cámara de Diputados, totalmente debilitada. Diputados locales ignorados, alcaldes atados de manos y muchos militantes haciendo política de sofá, desde el Twitter. Sí, como avestruces que saben que sí sacan la cabeza se las cortan en segundos.
Y claro, queda una dirigencia comandada por Alito Moreno, que pasará a la historia como el que bolea los zapatos presidenciales a cambio de mantenerle el fuero. Es decir, servidumbre total a cambio de la libertad.
Deshoja la margarita (quizá por las épocas una flor de cempasúchil), para decidir si da la estocada para vengarse de todas, o deja a un debilitado partido satélite, para unirlo a los otros esclavos: el PT y el Verde Ecologista.
¿Para qué acabar con ellos si ya te acompañan en las votaciones para hacer cambios constitucionales? “Matarlos de hambre, en lugar de disparar el gatillo”, diría el nuevo empleado.
En fin, mientras sigue jugando el Presidente como enamorado a “me quiere, no me quiere”, el PRI sigue en manos de un personaje muy menor, que podría ser sin problema, el sepulturero.
Con Valor y Con Verdad: Para que no se quede sólo Esteban Villegas (como único gobernador del PRI), Miguel Ángel Riquelme y Alfredo del Mazo Maza tienen que demostrarle a la militancia, pero ya, que ellos manejan sus entidades y que Alito, no cuenta nada. Tienen que hacer designaciones (destapes) que no dividan, garantizar las alianzas, coordinar las campañas, tomar todas las decisiones y defender el voto en los tribunales. Es decir, ir con todo, o de plano, entregar la plaza desde ya.
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria