No se trata de apretar un botón que dé prioridad a mantener tasas de crecimiento positivas a costa de que suban de más los precios, o bien que se controlen las presiones inflacionarias con cargo a una menor expansión del Producto Interno Bruto (PIB).
Es probable que algunas economías del mundo tengan que enfrentar tasas bajas o negativas de crecimiento y además presiones sostenidas en sus precios.
Hemos visto, incluso en México, que es posible tener un crecimiento del PIB sostenido y tasas bajas de inflación. Al menos los vimos en sexenios anteriores.
Así que, aunque no sea una palanca en un tablero, hoy muchas economías están en plena discusión si privilegian el combate a las altas tasas de inflación a través de políticas monetarias restrictivas y con ellas provocan costos más elevados al gasto y la inversión que acaban por ralentizar las economías.
Suele haber en esto cierta carga ideológica. Por alguna razón los que se asumen como de izquierda parecen más tolerantes con los altos precios sobre la posibilidad de que las economías se expandan más rápido.
Y a los que se pronuncian por combatir de forma intransigente las altas tasas de inflación, aún con efectos temporales en el crecimiento del PIB, se les tacha de neoliberales y tecnócratas.
La experiencia ha probado que los efectos de la inflación son más nefastos en términos de aumento de la pobreza y hasta de desestabilización social que los efectos temporales de las altas tasas de interés.
En México es responsabilidad exclusiva del banco central modular la política monetaria con ese instrumento de mover el precio del dinero para tratar de llevar la inflación a un nivel que consideren tolerable.
En este país no conocemos el efecto contrario, pero hay países y regiones que tienen que luchar contra las inflaciones muy bajas o negativas. Los mejores ejemplos son Japón y la Unión Europea. Porque, aunque parezca mentira, que bajen los precios de forma consistente no es bueno para una economía.
El Banco de México tiene un mandato prácticamente único, mantener el poder de compra de la moneda mexicana, que se traduce en mantener la inflación en torno a la meta esperada que en este país es del 3% anual.
Pero hay voces, incluso dentro del propio banco central, que pugnan por ser menos ortodoxos con la política monetaria para que no se afecte el ritmo de la economía.
En esa extraña amalgama del pensamiento de López Obrador el feminismo y el ecologismo son producto del neoliberalismo, hay que ver también lo retrógrado de su política energética, pero resulta que cuando se habla de combatir la inflación es el más salvaje de los neoliberales.
Tan solo abrir las fronteras de par en par a las importaciones, brincando hasta los controles sanitarios, y subsidiar a los más ricos que consumen más gasolinas, son dos medidas que vienen de un Gobierno que se autocalifica de izquierda.
Como sea, son determinaciones de López Obrador que tienen el fin de contribuir a controlar la inflación.
Así que en esta discusión sobre combatir las elevadas tasas inflacionarias o no entorpecer el crecimiento, aunque sea con precios altos, México se apunta entre los halcones intolerantes con la inflación. ¡Y qué bueno!
@campossuarez