Hay hechos históricos que suceden frente a nosotros y que no somos capaces de dimensionar en una primera instancia y los dejamos pasar como si nada.
El mejor ejemplo se dio esta semana con el éxito de un grupo de científicos estadounidenses que lograron la fusión nuclear con ganancia neta de energía sin materiales radiactivos.
Mucho tiene que ver en ello la incomprensión de los medios de comunicación para explicar que hemos replicado las funciones del sol, o que estaríamos cerca de la energía limpia eterna, o bien que a partir del funcionamiento de una bomba atómica se puede hacer un bien para la humanidad.
Con el avance en las próximas décadas de esta semilla científica ya podremos revalorar en perspectiva este momento.
Pero hay otros cambios que suceden frente a nosotros, que no son positivos, que no le damos la importancia que tienen y que cuando quisiéramos reaccionar quizá ya sea tarde.
De verdad que la mal llamada reforma electoral de Andrés Manuel López Obrador, popularizada como el Plan B, está llamada a ser la referencia histórica del punto donde la democracia mexicana fue suplantada por una vuelta al autoritarismo.
Si es posible que el Presidente viole flagrantemente la separación de poderes, que el legislativo no tenga empacho en mostrarse como un grupo mayoritariamente sumiso y si existen serias dudas sobre la efectividad y celeridad de la actuación del poder judicial, es porque no hay interés ciudadano en las consecuencias de perder las prácticas democráticas.
El discurso de la austeridad le ha servido a López Obrador para desmantelar innumerables instituciones del país, lo que ha redundado en falta de medicamentos, en falta de guarderías, no hay atención médica suficiente, no hay escuelas de tiempo completo, se han perdido los controles de calidad. En fin, se han arruinado muchas estructuras del país que funcionaban y siguen las estructuras de defensa de la democracia.
El encanto de las palabras de un líder carismático como ninguno, al frente de un régimen de manejo propagandístico perfecto ha impedido que muchos ciudadanos vean el tamaño del elefante que hay en la habitación.
La preocupación número uno de este régimen que se hace llamar de la Cuarta Transformación ha sido siempre llegar al poder y ya no soltarlo. Desde las presidencias municipales y las diputaciones hasta la presidencia de la república por la vía de las urnas y del control de facto de cualquier institución que porte el mote de autónoma o independiente.
La fusión nuclear que fue lograda en el laboratorio californiano de Lawrence Livermore tendremos tiempo de entenderlo y digerirlo con el tiempo, en la medida en que empiece a reportar los primeros beneficios concretos para la humanidad en las siguientes décadas.
Pero, para cuando una mayoría de ciudadanos mexicanos reparen en las consecuencias de la destrucción de la vida democrática que hoy mismo está en proceso, puede ser tarde para revertirlo. México podría perder muchas décadas de desarrollo económico, político y social tan solo por no darnos cuenta de lo que sucede frente a nuestros ojos.
@campossuarez