El Doctor Muerte vuelve a la carga. Parece que se ha vuelto un fenómeno estacional, como la influenza. Básicamente, llega el invierno, empiezan las amenazas de los virus, y se apersona de nuevo con el rollo de siempre: no hay evidencia científica de blablabla (750 mil muertos no son evidencia científica) y por lo tanto no hace falta gastar en X, hemos traído unas vacunas buenísimas que hacen en Cuba con cocos y convicción socialista porque mejor hacerle el caldo gordo a un dictador que una farmacéutica, no vamos a traer ni Y ni Z por la razón que sea y muera quien tenga que morir.

Es así como hicimos una vacunación contra el Covid tardía y mezquina (¿se acuerdan de que no había necesidad de inocular a los niños, de que no le pusieron vacunas al personal médico privado?), como ha vuelto el sarampión, como la cobertura contra el virus de papiloma se acerca al cero, lo que pone a las mujeres del país en serio riesgo de enfermar de cáncer, en un país donde también han desaparecido los oncólogicos, como no habrá vacunas contra la viruela del mono porque la neta no pasa nada y en todo caso que se joda esa minoría –pequeño precio, porque hay que pagar trenes y refinerías.

Y como ahora, en plena avanzada de la influenza, Doctor Muerte se planta frente al micrófono y nos dice que no seamos pasados de lanza: que si no somos adultos mayores, niñitos o enfisematosos, no nos vacunemos, porque otros necesitan de esas dosis.

Lo otro que va a decir eventualmente el responsable del desastre covidiano, apuesto lo que quieran, es que sorry, pero “Nos dejaron un desastre de sistema de salud”. Habrá que responderle que depende con qué lo compares, porque si lo comparas con el que tenemos ahora, habrá que recordar también que las vacunas contra la influenza te las ponían hasta en el metro, que el sarampión estaba desaparecido y que al menos se hacía algo contra el papiloma.

Habría que recordarle, pues, que México fue un ejemplo de buena vacunación hasta que aparecieron él y sus jefes en el escenario, a poner etiquetados ridículos y sustituir medidas preventivas, medicamentos, equipo y vacunas con choros mareadores e ideología. Ah, y vacunas cubanas.

Por supuesto, y en un afán de ser justos, es importante decir que López-Gatell tiene una utilidad incuestionable. Y no es menor. Su utilidad es ser, él mismo, una especie de semáforo epidemiológico. Tiene dos colores: verde y rojo. Cuando aparece, aparece el rojo y los ciudadanos sabemos que, una vez más, tendremos que cuidarnos solos y rascarnos los bolsillos.

 

  @juliopatan09