A lo largo de la historia, los seres humanos han mostrado la necesidad de cerrar ciclos para dar paso a nuevas etapas que permitan dejar atrás los desaciertos, la negatividad y los problemas, y sustituirlos por la ilusión de un futuro más próspero, de propósitos personales que les ayuden a convertirse en mejores personas.
Nuestro calendario actual nos permite concluir un año después de 365 días. La anualidad se ha convertido en un recurso común en distintas áreas; los créditos financieros, por ejemplo, son calculados anualmente en la mayoría de las ocasiones. Las rentas o los servicios contratados reciben un descuento cuando son cubiertos por la totalidad de 12 meses.
Esta tendencia, la de cortar el tiempo en fragmentos —entre los cuales los años son los más populares—, hace del 31 de diciembre un día para agradecer lo recibido, reflexionar sobre lo acontecido y prepararnos para el futuro cercano.
El 2022 fue el año en que las medidas sanitarias en la mayoría del mundo se relajaron, permitiendo que las personas recuperaran, paulatinamente, su forma de vida anterior: los eventos masivos se restauraron, el uso de mascarillas ya no fue obligatorio y la sana distancia solo permanece al ser recordada por los señalamientos que aún no se retiran de los lugares públicos.
Sin embargo, 2023 se avizora como un año en el que los sistemas de salud pública enfrentarán nuevos retos. Por un lado, el nuevo incremento masivo de contagios de Covid-19 en China; por otro, acelerar el proceso de fortalecimiento que permita atender, de manera más efectiva, eventos futuros que alcancen el mismo grado de complejidad que esta pandemia.
El virus SARS-CoV-2 trajo también efectos económicos y políticos que podrán sentirse más claramente en 2023. La vulnerabilidad de China frente al coronavirus cambió por completo el escenario geopolítico del mundo. Estados Unidos busca recuperarse y fortalecerse mediante el nearshoring, proceso en el que nuestro país puede jugar un papel fundamental, por su posición estratégica y la buena relación bilateral existente.
Tanto nuestro vecino del norte como México entran a esta nueva etapa con una elección muy importante en puerta. En 2023 se decidirán las condiciones bajo las cuales ambos países llevarán a cabo sus procesos de sucesión presidencial. Cada uno tiene sus particularidades, pero comparten una necesidad imperante: aprender del pasado reciente para fortalecer la democracia en el futuro.
En esta coyuntura, uno de los propósitos más relevantes para la región norteamericana —una de sus doce uvas— debe ser contar con Gobiernos fuertes y democráticamente legítimos, capaces de resistir los retos económicos, políticos y sociales que el mundo seguirá enfrentando. De ello dependerá convertir los problemas en verdaderas oportunidades para alcanzar un desarrollo equitativo y justo.
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