LOS ANGELES. El escritor, dramaturgo, político y comentarista Gore Vidal, cuyas novelas, ensayos, obras de teatro y opiniones se caracterizaron por su ingenio cargado de escasa modestia y sabiduría poco convencional, falleció el día de ayer. Tenía 86 años.

 

Vidal murió en su residencia de Hollywood Hills tras complicaciones de una neumonía, dijo su sobrino Burr Steers.

 

Junto con Susan Sontang, Noam Chomsky o Norman Mailer, Gore Vidal es considerado uno de los intelectuales norteamericanos más críticos con la política nacional y exterior de su país.

 

La política formó parte de la vida de este estadunidense desde su infancia, al quedarse con sólo diez años al cargo de su abuelo materno, el senador por Oklahoma Thomas Gore, después de la separación de sus padres.

 

Con una familia dedicada a la política desde su abuelo materno, su primo el presidente Jimmy Carter, el ex vicepresidente Al Gore y ser hermanastro de Jacqueline Kennedy, se encaminó en las filas más liberales del partido democrática.

 

Esa influencia fue decisiva en la vocación política que le llevó a escribir famosos ensayos políticos como “Washington DC” (1967),”Burr” (1973) o “Lincoln” (1984).

 

Su obra incluye la novela “Myra Breckenridge”; y la novela de vanguardia “The City and the Pillar”, que figura entre las primeras novelas con personajes abiertamente gay, así como la pieza teatral nominada para los premios Tony “The Best Man” reestrenada en Broadway en 2012.

 

Tenía un porte de aristócrata, alto, apuesto y sereno, y el tono de mandato para llamar a un ayudante o cortesano, pero Vidal se ganó la vida, una muy buena vida, desafiando al poder, no ostentándolo.

 

Vidal aparecía frío y cínico en apariencia, pero llevaba una preocupación melancólica por los mundos perdidos, por la razón y la primacía de la palabra escrita.

 

Criticó a políticos, vivos y difuntos; se burló de la religión y de la mojigatería; se opuso a las guerras desde Vietnam hasta Irak e insultó a sus contemporáneos como ninguno, pronosticando la caída de la democracia, el ocaso del imperio estadunidense. EFE y AP