Cuando Raúl Castro entregó la presidencia de Cuba a Miguel Díaz-Canel en 2018, lo definió como un “sobreviviente”. Desde entonces, el mandatario conduce una difícil transición entre los líderes históricos de la Revolución y la nueva generación que representa.
Díaz-Canel, de 62 años, primer presidente civil de la isla en más de seis décadas, fue reelegido sin sorpresas el miércoles para un mandato de cinco años más, alejando los viejos augurios de que sin los hermanos Fidel y Raúl Castro, el sistema comunista cubano no se sostendría.
Raúl Castro, de 91 años y ahora jubilado, reveló en abril de 2018 que su sucesor era “el único sobreviviente” de una docena de jóvenes políticos preparados para relevar a la generación histórica liderada por Fidel Castro (1926-2016).
Se refería, sin mencionar sus nombres, a políticos conocidos incluso fuera de Cuba que cayeron en desgracia como los excancilleres Roberto Robaina (1993-1999) y Felipe Pérez Roque (1999-2009) o el exvicepresidente Carlos Lage (1993-2009).
Díaz-Canel, un ingeniero electrónico de profesión, comenzó su discreto ascenso como profesor universitario para convertirse en líder de la Unión de Jóvenes Comunistas y después dirigente del Partido Comunista de Cuba (PCC) en dos provincias.
En esa terrible década del periodo especial, cuando Cuba atravesaba una profunda crisis por la caída de la Unión Soviética, Díaz-Canel, andaba en bicicleta por las calles de Santa Clara, su ciudad natal, que como el resto del país padecía una tremenda escasez de combustible.
Vaqueros, Beatles y Twitter
Aunque muchos lo recuerdan enfundado en pantalones vaqueros y como un apasionado de los Beatles, siempre ha sido un hombre del partido. En 1991 ingresó al selecto Comité Central del PCC y de ahí saltó en 2003 al Buró Político, la cúpula partidista y del poder en el país.
En 2013 fue designado vicepresidente, luego de ser ministro de Educación Superior.
A diferencia de sus antecesores que lucharon con las armas, su experiencia militar se limita a haber sido conscripto y a una misión internacionalista en Nicaragua.
Siendo presidente de la República, en abril de 2021, con canas y un poco embarnecido, asumió el liderazgo del PCC, el cargo más poderoso de la isla.
En un estilo distinto al de Fidel y Raúl Castro, reservados en sus vidas personales, Díaz-Canel, padre de dos hijos y casado en segundas nupcias con Lis Cuesta, abrió espacio a la figura de primera dama.
Con frecuencia aparecen sendos tuits amorosos entre él y Cuesta, que suele acompañarlo en actividades dentro y fuera del país.
Utiliza las redes sociales para transmitir mensajes y promover su imagen, exponiéndose a causar fricciones o controversias.
Durante su mandato el internet móvil, que llegó a la isla a fines de 2018, ha sido desconectado en momentos de tensión social, como sucedió tras las históricas manifestaciones de julio de 2021.
“Cicatrices”
Para el analista político Arturo López-Levy, el mandatario “ha logrado no solo sobrevivir al estructurar estas respuestas, que pueden gustarle o no a un demócrata liberal, pero que son respuestas funcionales al sistema” cubano.
El 11 de julio de 2021 mostró su carácter inflexible ante lo que su gobierno consideró un ataque orquestado desde Washington. “La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”, dijo en un mensaje televisado.
Hubo más de 1.300 detenciones, y unos 500 manifestantes recibieron sentencias hasta por 25 años.
“Jamás ha sido un demócrata liberal de clóset limitado por el poder de Fidel y Raúl, es un hombre del sistema” que no busca un cambio de modelo político, asegura López-Levy.
Las protestas estallaron en un contexto de máxima presión por el endurecimiento del embargo económico de Washington y la crisis sanitaria por la pandemia.
En ese ambiente, Díaz-Canel propició la unificación monetaria y la autorización de las pymes para hacer viable el proyecto económico propuesto por Raúl Castro desde 2011.
Sin embargo, estas impopulares medidas dispararon una inflación sin precedentes que ha exasperado a los cubanos, en medio de escasez de alimentos, medicinas y combustible.
“No lo ha pasado sin cicatrices”, señala López-Levy, quien estima que “en última instancia la medida de mayor éxito de un dirigente cubano posrevolucionario es la sobrevivencia del gobierno”.
LDAV