Incertidumbre. Esa es una conclusión común en cada análisis del costo de oportunidad de hacer negocios en México en este momento.

Y es que este régimen está ausente donde debería tener una presencia contundente, como en los temas de seguridad pública y procuración de justicia. Pero, al mismo tiempo, quiere tener vela en el entierro de los temas entre particulares.

Ya estaba cerca la conclusión de la operación de compraventa de Banamex a Germán Larrea, director ejecutivo de Grupo México, pero ese intervencionismo del régimen fue resumido por el propio empresario con aquello de que no iba a pagar siete mil millones de dólares por “algo que mañana me pueden quitar”.

Fueron algunas horas en las que no había claridad si efectivamente se había caído la operación. Fue el presidente Andrés Manuel López Obrador quien dijo que esa transacción entre dos particulares seguía en marcha. Así fue hasta que la terca realidad se encargó de hacer válido el temor que hoy existe de invertir en México.

No solo Larrea se desistió de comprar ese banco, sino que Citi, el grupo financiero propietario de la marca Banamex, decidió que no será en este sexenio cuando se venda su división de banca de consumo y empresarial. Y la respuesta de López Obrador es que ahora él quiere el banco.

La venta de Banamex a Larrea se cayó cinco días después de que marinos con armas largas tomaran instalaciones de Ferrosur para obligar a Grupo México a vender sus activos al precio que quería pagar el régimen.

Por una decisión presidencial, que inicialmente le había costado a Grupo México una pérdida de valor de mercado de más de 50 mil millones de pesos, Larrea tiró a la basura una negociación que hubiera implicado una operación de más de 120,000 millones de pesos. Solo así sus acciones recuperaron valor en el mercado.

El problema ahora lo carga Citigroup que se queda con la misma preocupación que tenía Larrea en torno a Banamex, que mañana se lo pueden quitar.

La desconfianza de los inversionistas, nacionales y extranjeros, en los alcances populistas de este régimen no es algo nuevo. Sí se agrava a partir de estas decisiones recientes, pero ese resquemor empresarial empezó antes que el inicio del Gobierno formal de López Obrador.

En aquellos meses que pasaron entre la elección presidencial del 2018 y la toma de protesta, cuando Enrique Peña Nieto desapareció de sus obligaciones presidenciales, López Obrador empezó a gobernar y en octubre de ese año tomó la primera decisión contraria al sentido común con la cancelación de las obras de construcción del Aeropuerto de Texcoco. Ahora ya sabemos en beneficio de quién fue ese dictado.

México es un país con una dinámica económica que ha sido resiliente a los embates del régimen. Las instituciones, los acuerdos comerciales y la propia Constitución, han permitido que a pesar de la 4T se mueva esta economía. Pero hay límites.

El lance contra Grupo México del viernes pasado fue un mensaje muy oneroso que ahora mismo vemos cómo sí tuvo consecuencias que se cuentan en cientos de miles de millones de pesos.

 

    @campossuarez