Los contrincantes entran en la arena de batalla: Haka Ka Mate se “enciende”, sus aspas, estratégicamente colocadas al frente, giran a una velocidad de 20 mil vueltas por minuto; en el lado contrario, RP719 empuña su mazo de 15 kilos, listo para golpear a su oponente. El silencio invade a los espectadores que rodean la estructura de plástico colocada para su protección alrededor de la plaza.

 

Al centro de la arena brotan los primeros chispazos, se enfrentan dos “guerreros” en la categoría de 60 libras. Haka Ka Mate lanza un golpe certero a su contrincante y logra arrancarle una lámina del costado; a pesar del impacto RP719 se mantiene de pie y eso es lo que cuenta.

 

Nada está decidido, los guerreros alistan sus armas para una segunda embestida. Haka Ka Mate da un golpe con sus aspas y acorrala a su oponente que, a pesar de sus esfuerzos no logra repeler la agresión.

 

Demasiado cerca uno del otro, las aspas de Haka Ka Mate resultan más eficientes para aniquilar al enemigo. Ante la acometida, una llanta de RP719 sale volando y al hacerlo jala consigo uno de los motores; tuercas y clavos vuelan en la arena, sus cables quedan al descubierto…

 

“Destrúyelo, destrúyelo” grita el público, Haka Ka Mate continúa en actitud ofensiva dispuesto a seguir peleando, pero la batalla ha terminado.

 

Los estudiantes del Instituto de Estudios Superiores de Poza Rica celebran la victoria, están decididos a refrendar su titulo como campeones en la Guerra de los Robots.

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Al sexto encuentro organizado por la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Tecnología Avanzadas (UPIITA) del Instituto Politécnico Nacional asisten 26 equipos de esta institución y de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica Electrónica (ESIME), del Tecnológico de Monterrey, así como de la Preparatoria Tomas Alva Edison.

 

Con seis prototipos diferentes, las escuadras del equipo del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Poza Rica llegan al torneo para defender el campeonato que obtuvieron en la edición anterior.

 

Durante un año, cada uno de los seis integrantes del equipo aporta sus conocimientos en electrónica, mecánica y diseño para crear feroces guerreros. El diseño de las armas es el factor más importante, entre más letales mejor, porque de ello depende el triunfo.

 

“Tenemos armas de rodillo y hasta lanzallamas. Podemos utilizar cualquier tipo de armas que no sean proyectiles, que no sean ácidos y no sean líquidos. Se puede lanzar fuego únicamente si se encuentra blindado el contenedor del gas”, explicó Nilda Martínez, a cargo de la difusión del encuentro.

 

Al final, el resultado de ese trabajo se refleja durante dos días en la arena instalada en la plaza Lázaro Cárdenas de Zacatenco. El ganador se lleva los aplausos, el perdedor los restos de su robot que puede mejorar y buscar la revancha el próximo año.
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Thor y Poncho toman sus posiciones en la arena. Todo está listo para el combate, pero el rodillo con aspas de Thor no funciona y su “técnico”, responsable de operar el control remoto, pide tiempo fuera. El incidente resulta bochornoso, el honor está en duda.

 

El “técnico” ingresa a la arena, saca un montón de herramientas de una caja. Dos desarmadores, un ajuste de cables y un golpe son suficientes para que el rodillo comience a girar.

 

Los asistentes gritan enardecidos. 3, 2, 1… Guerra. Los robots chocan y Thor embiste con sus filosas aspas, Poncho intenta zafarse.

 

De pronto Thor no se mueve y su contrincante aprovecha para acercarse y tratar de levantarlo con su mazo-palanca, pero sólo logra propinarle tres golpes. Las aspas de Thor funcionan otra vez y golpean a Poncho, que derrama unos cuantos tornillos. Los golpes secos alientan a la multitud, que pide la aniquilación total. Poncho pide retirarse de la competencia, antes de que esto suceda. El campeón de la categoría de 60 libras ha sido agraviado en su primera batalla.

 

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Son siete categorías en total: desde una libra (500 gramos) hasta 240 libras (120 kilos).
No se trata de un juego. En cada batalla los guerreros construidos con desechos industriales pelan por el honor de los constructores.

 

Motores de scooters, de motonetas y motocicletas, pilas de electrodomésticos y baterias de autos, ventiladores, cables de computadoras usadas, controles de videojuegos y desechos de automóviles, bancas, estantes o mesas de metal son la materia básica para crear a estos despiadados “gladiadores”.

 

El diseño se califica, pero no es lo más importante. Los fierros oscuros forman estructuras cuadradas o triangulares que resguardan motores, llantas y decenas de cables. La pintura en aerosol intenta cubrir los restos de soldadura, pero el brillo dura poco.

 

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No hay premios, se gana experiencia y reconocimiento. “Es un pasatiempo, es extracurricular, no recibo puntos extra, pero son experiencias y todo tiene una aplicación industrial, aquí es a pequeña escala, pero estamos viendo control de motores, automatización, y hacer algortimos para destruirlo -al oponente-“, asegura Aaron Barrón, estudiante de UPIITA.

 

La mayoría de los estudiantes desea que sus prototipos contribuyan a la construcción de robots de exploración. “El nuestro tiene gran velocidad y tracción, eso servirá para hacer algo mejor que el robot que fue de misión a Marte”, asegura Alejandro Martín, capitán de la escuadra de Konan, un “guerrero” que participa desde hace dos años en esta competencia, pero cada vez lo hace mejor preparado.