El otro día tuvimos la cena de las corcholatas. Ya saben: el Presidente los juntó a todos menos al compañero Noroña (me lo tienen muy ninguneado), invitó a varios góbers al convivio e hizo lo que hace cualquier hijo del PRI o –espero que no se me alebreste la chairiza por decir esto– de la izquierda, llamar a la unidad, porque hay que poner los intereses del movimiento, que son los del pueblo, por encima de las ambiciones particulares y etcétera.

A mí, qué quieren que les diga, me parece que esa cena trae una noticia buenísima. La noticia buenísima es que al Presidente, a la encarnación del pueblo, al líder eterno del movimiento, no le van a hacer caso. La buena noticia es, vaya, que las corcholatas se van a dar hasta con la cubeta, y que por lo tanto podemos divertirnos muchísimo. La buena noticia, pues, es que empieza, ya en forma, la guerra de las corcholatas.

Preparen las palomitas y las cervezas, sí, porque se viene el Succession chairo. El capítulo uno es la renuncia de Marcelo Ebrard, que se queja, con razón, de que las condiciones para competir por la presidencia no son parejas en Morena.

Dice Raymundo Riva Palacio que a sus rivales les preocupa en serio esa candidatura y que por lo tanto le tienen preparado un expediente grueso que, hemos de suponer, filtrarán homeopáticamente, en pequeñas dosis continuas, a medios y redes. Por supuesto, tiene razón Raymundo.

Luego –especulemos–, seguro que se viene una contraofensiva de filtraciones que terminará en madriza de futbol llanero, todos contra todos, con acusaciones viejas –que qué onda con el segundo piso, que en qué estado tienen ustedes a Zacatecas, que ni digas porque vienes del priismo tabasqueño que es como la versión afgana del priismo– y, sigamos con la especulación, nuevas.

Enseguida, siempre con Noroña mentando madres desde la periferia lunática, el juego de alianzas efímeras y puñaladas por la espalda, acuerdos rotos y acusaciones de que has traicionado a la familia y eso papá no te lo va a perdonar.

Por fin, con un poco de suerte, podremos incluso disfrutar de un giro argumental: Succession se transforma en algo más Game of Thrones, también con sello morenista: bloqueos de alguna cámara con acarreados que llevan tubos y cadenas, sillazos…

Sí, el espectáculo se va a poner buenísimo. El único requisito para disfrutarlo es la distancia emocional. Ser capaz de pasar por alto, digamos, que la guerra de las corcholatas es una versión a escala de una realidad nacional que está, francamente, del carajo.

 

    @juliopatan09