Imagínate que llevas años en la lucha por los más desposeídos, esa epopeya justiciera que tanta admiración provoca en varios columnistas, y por fin se te hace: eres Presidente.

Imagínate que, aun cuando los bienes materiales no te importan, y aun cuando repites que basta con un par de zapatos y unos pollos en el patio para el huevito con nopales de la mañana, porque la felicidad viene de la vida espiritual y el amor por el prójimo, sí te dices, de vez en cuando, que por fin tienes un salarito y un jacal para vivir: Palacio Nacional, en cuyo patio trasero, a propósito, cabe un buen de pollos. Que por fin la revolución te hizo justicia. Que se acabó lo de vivir con los 200 varos y la generosidad del pueblo bueno, que te regalaba que unos frijolitos, que un jugo de caña, que unas teleras para que te las cuelgues en la cabeza, que un poquitín de cash, para que siguieras luchando por su causa.

Y entonces, porque tienes el alma pura, te pones como el niño pobre que tierna, conmovedoramente, quiere quedarse con todos los juguetes, única manera de cerrar las cicatrices emocionales de una vida de privaciones; la vida de un pastorcito como el de Guelatao, el que llegó a ser Presidente, nomás que de Tepetitán. Y decides que nadie va a ganar más que tú, el Presidente, el Benito Juárez de Macuspana.

Y pones a los legisladores a convertirlo en asunto constitucional. Y te dices que a lo mejor el licenciado Bartlett, ese patriota, o Napito, ese prócer minero, te hacen caras, porque también son niños pobres que merecen gozar de algunos lujillos, como esas comidas en Polanco.

Pero sigues adelante, porque sí, el licenciado y el Napo te caen a todo dar, pero a veces hay que hacer sacrificios por la patria, y sobre todo ellos, te parece, habrán hecho algún guardadito en los años neoliberales, así que no la pasarán tan mal. Y te preguntas con cierta angustia cómo le va a hacer el Bodoque, candidato a nómina en el sector público como toda la familia, para pagar esas cuentas de Costco, pero entonces te acuerdas de que la señora tiene dinero, parece. Larga vida al petróleo.

Y entonces resulta que los ministros de la Suprema Corte ganan más que tú. Y te enchilas, porque, la neta, nadie está por encima de tu persona y dedicas una semana a mentarles la madre; a decir “bájense el sueldo, carajo”, mientras te preguntas si el general Sandoval tendrá libre el avión de Sedena para el fin de semana, porque esos disgustos solo se digieren con una salidita en plan baño de pueblo.

 

    @juliopatan09