Científicos mexicanos pusieron en duda los resultados del estudio sobre maíz transgénico como la causa de cáncer en ratones, presentado por el biólogo francés Gilles-Eric Seralini, y que según se anunció es la investigación más amplia realizada hasta ahora.
Los especialistas mexicanos se sumaron así a los cuestionamientos por parte de la comunidad internacional en torno a la metodología utilizada, así como a la negativa de los autores del estudio para revisar los protocolos y bitácoras del experimento realizado con 200 roedores durante dos años, en la universidad francesa Caen.
Según el reporte publicado a mediados de septiembre en la prestigiada revista Journal Food and Chemical Toxicology, Seralini alimentó a un grupo de los animales con maíz transgénico NK603 -de la empresa Monsanto-, otro número con maíz que había sido regado con el herbicida Roundup –fabricado por la misma empresa-, y a un último con alimentos que no fueron modificados genéticamente.
Los ratones que comieron maíz transgénico desarrollaron cáncer y tumores en la piel, riñones y glándulas mamarias 600 días antes y su expectativa de vida se redujo ocho meses, en comparación con el grupo que consumió alimentos sin manipular.
Sin embargo, especialistas mexicanos en biotecnología aseguran que hay dudas, ya que Seralini no ha querido hacer públicas sus bitácoras, la metodología y los protocolos, para que se pueda replicar este experimento.
“La primera duda que tenemos es por qué usaron ese tipo de ratones (virgin albino sprague dawley), que por sí solos desarrollan tumores cancerígenos. Ellos concluyen que los transgénicos produjeron los tumores, pero al compararlos con los que no comieron transgénicos resultó que también tenían tumores”, cuestionó Beatriz Xoconostle, investigadora del departamento de Biotecnología y Bioingeniería del Cinvestav.
Con ella coincidió Jaime Padilla, director científico de Agrobio, quien añadió que tampoco han explicado cómo se almacenó el maíz esos dos años. “El maíz puede tener micotoxinas, que son sustancias cancerígenas que salen por unos hongos, cuando no se almacena correctamente. Esto es muy común con los agricultores”.
“El artículo está publicado en una revista científica seria y es la primera vez que se ve algo así. Pero cuando el artículo explica el estudio, no se entiende si los ratones se enfermaron por comer el maíz transgénico o por el herbicida que tenía y que también provoca cáncer”, dijo a su vez Vladimir Cachón Guillén, director del Departamento de Ingeniería en Biotecnología del Tecnológico de Monterrey.
Esta no es la primera vez que el biólogo francés realiza estudios en los que se alerta sobre el consumo de organismos genéticamente modificados (OMG) que fueron rechazados por la comunidad científica, al no aportar evidencias contundentes.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) ha repetido tres veces un estudio realizado por Seralini en 2007 a los granos MON863 sobre su inocuidad y concluyó que “es tan seguro en efectos sobre la salud humana, animal y el medio ambiente como el maíz convencional”.
En el mundo se siembran 160 millones de hectáreas de alimentos transgénicos, de los cuales 35% son de maíz. Se estima también que 75% del maíz que producen los países autorizados es transgénico.
En el caso de México, una tercera parte del grano que se importa es genéticamente modificado y no se han presentado problemas de salud en los animales o las personas, aseguró Beatriz Xoconostle.
Los investigadores subrayaron que, hasta el momento, los OMG no representan ningún riesgo para la salud de las personas que consumen estos alimentos. Incluso, dependencias internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) han avalado su uso, como una forma de combatir la crisis alimentaria mundial.
Razones comerciales
Después de que se diera a conocer el estudio de Seralini, Rusia cerró su frontera a la importación de maíz transgénico de Estados Unidos, lo que de acuerdo con los especialistas podría tener repercusiones económicas a nivel mundial.
Jaime Padilla, director científico de AgroBio, explicó que esta medida en materia comercial tiene que ver con problemas políticos y una vieja disputa entre Estados Unidos y la Unión Europea. “Tienen un escepticismo ante la biotecnología y se niegan a ver su importancia para los países pobres porque ellos –las naciones europeas- no tienen problemas de falta de alimentos”.
Por su parte, Vladimir Cachón, director del Departamento de Ingeniería en Biotecnología del Tecnológico de Monterrey, afirmó que Rusia es uno de los países más proteccionistas, y el estudio fue el pretexto perfecto para cerrar su frontera a las importaciones.
Sin embargo, los transgénicos han impulsado las economías de China, Pakistán, Sudáfrica, Argentina, Brasil Bolivia, Paraguay y Uruguay, que registran un crecimiento importante al acaparar 80% de las 160 millones de hectáreas de transgénicos que se cultivan en el mundo.
“El cerrar las importaciones generará distorsión en el comercio internacional”, aseguró Padilla.
“Los productores estadounidenses enfrentarán problemas si no consiguen otro comprador para todo ese grano”, dijo Cachón.
Además de la negativa de los gobiernos, los transgénicos enfrentan la oposición de ambientalistas en todo el mundo al asegurar que estos alimentos causan cáncer y deformaciones.
Cachón subrayó que existen dos razones para su oposición: la primera es que existen mitos -como los daños a la salud- alrededor de su consumo, y además estos grupos tienen conflictos con las grandes corporaciones como Monsanto, que acaparó el mercado en 18 años.