La serie dramática de Star+ nos relata lo que sucede detrás de nuestros restoranes preferidos.

Imaginemos que vamos a Rosetta, uno de los mejores restaurantes de la Ciudad de México. Cuando pensamos en este lugar, soñamos con platillos espectaculares, decoración extravagante y atención de primera calidad.

Nos dejamos llevar por un espectáculo de dos a tres horas en donde todo debe ser perfecto. Y si algo no sale como esperábamos, se rompe la ilusión y nos vamos a casa desconcertados. Nunca tenemos en cuenta lo que sucede detrás del telón: la angustiante y acelerada cocina, el caos de administrar reservaciones, manejar alergias, acomodar mesas o preparar platillos rápidamente pero sin perder un ápice de calidad.
The Bear, la serie dramática de Star+, que estrenó su segunda temporada el miércoles, se desarrolla en un restaurante de sándwiches, muy querido por los locales pero cuyo aspecto es el completo opuesto de Rosetta. Dentro de ese escenario, Carmy (Jeremy Allen White), un chef de la alta cocina, pretende tornar este insípido local en una revolución culinaria.

Lo curioso es darnos cuenta cómo para tener un restorán exitoso se requiere de sacrificios. O se gana poco y el estrés económico nos consume, o se obtiene el éxito pero poniendo como precio nuestra salud mental, por la presión de estar constantemente tratando con clientes, malos manejos financieros, constantes imprevistos u horas largas para mantener tanto las operaciones como las ganancias activas.
Aunque sea ficción, sus relatos sobre el estrés restaurantero son reales. Según El Economista, ocho de cada diez renuncias en industrias hospitalarias son por factores emocionales. Entre las causas de esto se encuentran la “falta de respeto y el trato injusto”.
Sin entrar mucho en detalle para no arruinarles la serie, la primera temporada habla mucho sobre estrés, además de los demonios internos de cada personaje y cómo esas tensiones explotan en la cocina, a desconocimiento de los clientes, quienes solo ven el “maltrato”. Por desgracia, los “tratos injustos”, y las cargas emocionales consecuencia del burnout, no son exclusivos de la industria restaurantera. Actualmente, siete de cada diez colaboradores mexicanxs sufren de estrés laboral.

Si nos dejamos llevar por historias como la de Gabrielle, en Emily in Paris, entonces veremos poner un restaurante como algo idílico, ¿no? Nuestra propia comida, nuestras reglas, clientes felices, ¿no?
Para seguir nuestro sueño de abrir el próximo Rosetta, Califa o cualquier empresa, habrá que manejar el estrés de la explotación. Mientras las condiciones laborales no cambien, ungüentos como The Bear nos recuerdan el lado oscuro, pero real, de operar un negocio. Y si no, por lo menos podremos ser más conscientes de todo el esfuerzo de servir nuestro platillo especial con una sonrisa.

 

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