Por qué agradezco que Pixar haya honrado a México.
Pixar es una empresa que siempre recordaré con cariño.
Después de todo, Toy Story, un emblema de mi infancia, se estrenó el año en que nací, 1995. Recuerdo las fotos donde mi hermano y yo, de pequeños, estábamos disfrazados de Woody y Buzz, los protagonistas de esta cinta, como parte de alguna fiesta infantil.
Atesoro con nostalgia que años más tarde, en 2007, fue de las pocas veces donde toda la familia fue al cine junta, para ver el estreno de Ratatouille, aquel relato sobre una rata cuyo mayor sueño es convertirse en un exitoso chef de París. Mi papá y yo en particular conectamos con la escena donde Anton Ego, un crítico de comida dentro de la cinta, se queda perplejo ante un platillo creado por Remy, el roedor protagónico, y cómo, ante este estado de asombro, vemos su pluma, herramienta venenosa por sus crueles reseñas, caer al suelo y rebotar lentamente.
O cuando fui con mi mamá y hermano a ver Toy Story 3, en 2010, en un cine cerca de nuestra casa, y tuvimos que hacer fila para entrar a una sala llena a disfrutar de uno de los finales más desgarradores de la historia. Pero ese peso sólo lo comprendí realmente cuando, en lugar de tener 15 años y estar aún en la prepa, la volví a ver en la sala de mi casa, a los 25, ya comprendiendo por qué esa escena donde Andy entrega sus muñecos a Bunny es TAN dolorosa, llorando como pocas veces en mi vida.
Coco, dirigida por Lee Unkrich, fue otra hermosa experiencia, en donde acompañé a mi hermano y a mi cuñada al cine, en 2017. Aquí fue distinto, porque Pixar se metió en un terreno ya bastante caminado por lxs mexas: el Día de Muertos, las familias mexicanas, la temerosa chancla… pero se sintió bien ser visto por alguien ajeno a nuestra cultura, pero con un afán claro de honrarnos.
Tan especial se volvió esta cinta para nosotrxs que, tras su estreno, recaudó 176.77 millones de pesos en México, con 3.37 millones boletos vendidos en su primer fin de semana. Recuerdo haberla visto y sentir un mar de emociones, al reconocer todo el cuidado y la investigación del equipo creativo para realmente respetar a la cultura mexicana y a una de nuestras milenarias tradiciones. Además, genial por su parte, al usar el concepto de la celebración del Día de Muertos para hablarnos del significado de la vida y de los lazos familiares. Por supuesto lloré en el final, como cada alma mexicana dentro de la sala de cine y fuera de ella.
Curioso cómo esta película se volvió un icono para nuestra identidad, a pesar de no haber sido escrita ni dirigida por nadie de nuestro país, pero no me sorprende que los cines la reestrenen, y que un largometraje tan bonito siga tocando los corazones de mucha gente, como a mí las joyas de Pixar lo han hecho tantas veces.
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