Si tiene la afición de seguir el comportamiento del tipo de cambio, como un referente de la situación económico-financiera del país, siempre es bueno ubicarlo en su justa dimensión.
Como un indicador de la situación interna de México lo que nos dice la relación del peso frente al dólar es que esta economía tiene una combinación entre una restricción monetaria muy importante, con una tasa de interés referencial del 11.25% y, al mismo tiempo, mantiene un grado de inversión que recomienda las inversiones en los instrumentos de deuda gubernamentales.
Además, el peso es una moneda tan líquida y de operación 24/7 que, si algo se ve mal, cuesta unos cuantos segundos salir de aquí y correr a cualquier refugio “seguro” como los Bonos del Tesoro de los Estados Unidos.
Estar pendientes al comportamiento diario de la relación peso-dólar crispa los nervios y siempre será mejor poner atención a los movimientos de más largos plazos, donde influyen las señales que atienden y mueven a los mercados.
Evidentemente que, si alguna persona o empresa tiene compromisos en dólares y operaciones en pesos, seguro que ya a estas alturas entiende que el mercado de coberturas cambiarias puede darle un poco de paz. Son seguros como todos, más vale tenerlos y no usarlos.
Lo que hay que tener presente para entender por qué puede el tipo de cambio pasar de los 18.30 de la semana pasada a los 17.50 de esta semana es que el epicentro de los movimientos de los mercados está en esa relación inflación-crecimiento-política monetaria en los Estados Unidos.
Evidentemente que los imponderables, como las guerras en curso, afectan la economía global, pero la atención está puesta en los datos inflacionarios, en los datos de consumo y empleo y en las decisiones que tome la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed).
Con los dólares a 18.30 nos enteramos de que la Fed no subió la tasa de interés la semana pasada y fue menos contundente con la amenaza de un futuro incremento. Con esa paridad arriba de los 18 supimos que Estados Unidos creó menos empleos de los esperados y eso animó a los mercados que confiaban que con ello se anulaba cualquier aumento de la tasa de interés el resto del año.
Con la baja a los 17.40 pesos por dólar, los especuladores compran, los deudores liquidan, los nerviosos guardan billetes verdes bajo su colchón. Pero la siguiente gran aduana para el tipo de cambio es el dato inflacionario.
Y no tanto el de México, que conoceremos esta semana junto con la decisión de política monetaria del Banco de México, el referente obligado es la inflación de los Estados Unidos.
Para eso hay que esperar una semana más. A partir de la publicación de esos indicadores inflacionarios habrá reacciones financieras. Difícilmente se mantendrán impávidos los mercados si los precios toman la ruta des inflacionaria o bien si se confirma que regresaron las presiones en la inflación estadounidense.
Pero, aun así, la paridad peso-dólar debe quitarnos menos el sueño si las razones de sus movimientos son externas. Solo si la situación financiera interna se descompone por imprudencia gubernamental, entonces seguro que un dólar caro será el menor de nuestros problemas.
@campossuarez