(Fotos: Especial)
Los mapas tienen una sola función: ubicarnos en el espacio. Encontramos proto cartografía desde las cavernas, hemos vivido maravillados por las representaciones cartográficas de la “Era de Exploración” y ahora por proyectos como Google Earth. Con imágenes vía satélite, un bot caminando la superficie de Marte y el genoma, ¿qué nos queda por mapear? Sin duda, lo que falta es caminar guiados por una Rosa de los Vientos metafórica, que traza las líneas de la íntima vida mental.
Silvia Andrade busca con su plástica explorar los rincones de la mente, de un espacio que sólo existe si la mente misma lo construye. En palabras de la joven artista: “Los mapas penetran nuestra mente de una manera particular. Permanecen en nuestra memoria y crean poderosas ideas de lo que son el espacio, el lugar y el territorio.Estas imágenes crean un punto de vista unilateral, una creencia que asegura entender nuestros alrededores completamente, sin secretos”.
“Mientras más distancia ponemos entre nuestros ojos y el territorio, más abstracta es nuestra representación del mismo, incluso cuando el análisis y el entendimiento es mayor. La distancia es distancia hacia nosotros mismos”.
Reacomodo la estética cartográfica, engaño al espectador con direcciones comunes, lugares y dibujos que nos regresan, de una manera sutil, al mundo interno de las sensaciones y de los pensamientos, de la memoria y el tiempo. Estos nuevos mapas se separan de la precisión y objetividad cartográfica para poder regresar a experiencias directas”.
Sobre madera y sobre mosaico, en el convencional rectángulo o en forma de una caja mágica, con fechas, rutas, caligrafía, injertos de imprenta y algún engrane para no olvidar que sin tiempo no hay espacio, esto es con lo que Andrade juega en el plano de la realidad. Antes, sin embargo, podemos imaginar que pasea por su propio sistema límbico buscando distancia entre ella y el objeto cartográfico.
Ahora en Bálsamo Galería (Isabel La Católica 30, primer piso del “Down Town”) y hasta mediados de octubre podrán caer en la invitación para tomar distancia sobre sus propias cartografías.